
Guardar tu amor
es una hazaña bélica...
Acabo de ducharme y me pongo el conjunto de punto gris que me compré hace unos días en Women`s Secret. No soporto estar en pijama por la casa, ya lo sabes, y me siento guapa con esta camiseta de tirantes y el pantalón de pequeños cuadritos rosa y marengo...
Tarta mousse de chocolate (Un regalo de Cumpleaños)
Ingredientes
3 Huevos
1 Tableta de Chocolate Puro Negro
150 gr. de azúcar
150 gr. de azúcar glas
350 ml de nata montada
4 hojas de gelatina
Galletas Tipo María
Un poco de mantequilla en punto pomada
Desmenuzar las galletas hasta convertirlas en polvo. Acabas de salir de la ducha. Hueles a Nenuco. Sonrío pero no te miro, estoy concentrada con el Turbo de la Thermomix, necesito hacer polvo estas María te digo, mientras te meto una en la boca. No pongas esa cara, jolín, mira que susto más tonto, anda aparta.
Mezclar las galletas con la mantequilla hasta conseguir una masa compacta, introducirla en un molde desmontable. Dios. No recuerdo donde he puesto el molde y me desespero, sabes que soy impaciente, que todo lo quiero ahora. Mientras busco me hago un moño que sujeto con un palito de madera, cualquier día de estos me va a dar la ventolera y me voy a cortar el pelo mucho, murmuro bajito aunque nunca tendré el valor de hacerlo. Aún recuerdo aquella vez...
Separar las claras de las yemas con mucho cuidado. Batir las claras a punto de nieve. Se que me pongo bizca cuando me concentro, se que suelo sacar la puntitade la lengua cuando toda mi atención se vuelca en algo concreto. Me encanta ver cómo las claras se convierten en nieve. Y por un instante, me acuerdo de mi abuela, me acuerdo de que no teníamos batidora y que mis manos se quedaban blancas de tanto darle a aquel batidor metálico cuando hacíamos merengue en las frías tardes de invierno.
Batir las yemas con el azúcar hasta conseguir una masad blanquecina. Tu mano se desliza traviesa bajo mi camiseta, mientras los pezones se endurecen al contacto con tus dedos y pienso que tal vez sea hora de poner la calefacción, aunque el motivo en este caso no sea el frío precisamente. No digo nada, no quiero que te detengas, no pares por favor... Siento tu aliento que sopla en mi nuca despejada y las piernas me fallan ligeramente al tiempo que la mezcla se torna del color de la escarcha que llora de los corazones rotos.
Montar la nata con el azúcar glas. Te agachas y vas besando la línea que marca la columna vertebral en mi espalda. Sí, ya se que he adelgazado, pero todos estos meses no han sido fáciles de vivir, mi amor. Abrazas la línea de mi cintura y te detienes en los huesos de mi cadera y me estás poniendo nerviosa, estate quieto, ahora sí quiero que pares, estate quieto te digo con la boca pequeña porque sé, sabes, que estoy mintiendo y que no hay nada que desee más que tenerte abrazado sobre mí, con tu barbilla apoyada en el hueco de mi omóplato dolorido.
Fundir el chocolate en el microondas durante un minuto y medio como máximo.
Yo también, lentamente, me voy derritiendo, lo mismo que el cacao me vuelvo blanda y líquida al ritmo de tu lengua en la caracola de mis orejas, subes y bajas y me recorres entera aferrado a mi espalda, a mis muslos, a mis pantorrilas, a mis tobillos. Tus manos y tu boca recorren un camino que no quiero que abandones jamás.
Remojar la gelatina en agua fría. Una vez esté blanda, deshacerla en un poco de agua muy caliente. Una vez deshecha, mezclar lentamente las yemas, las claras, la nata montada y la gelatina con el chocolate. Ha de hacerse despacio, de arriba a abajo hasta que todo quede integrado perfectamente.
La espátula se desliza arriba y abajo, el color blanco se mezcla con el marrón y ya no se cuanto tiempo más voy a aguantar. Eres malo, te vas a quedar sin tu tarta, luego no quiero responsabilidades, saldrá mal y tú tendrás la culpa. Tanteas mi vientre intentando introducir la mano por debajo del pantalón. Me revuelvo, quita, pelma, déjame que las llevas. Pero el deseo se ha apoderado de mí y me tiembla el pulso, tiemblo entera y me muero de ganas de darme la vuelta y buscar tu boca y dejar todo para mañana. Dejar todo menos a tí. Eres malo...
Una vez conseguida la textura deseada, verter en el molde y llevar al frigorífico. Dejar reposar como mínimo veinticuatro horas. Desmoldar y decorar.
Abro la nevera y su aliento gélido me despeja la cara. Envuelvo el molde con papel film, transparente y limpio como la estrecha cuerda que me ata a tí, me gustaríaa saber qué clase de magia ha permitido que no te hayas separado de mí mientras cocinaba. Imagino que hay pegamentos tan sólidos que nos unen para siempre, que hay imanes que se nos instalan en el alma y no se marchan jamás aunque intentemos arrancarlos a tirones.
Ya está, te digo al empujar la puerta del congelador. Me doy la vuelta y cierro los ojos. Tú comes despacio la mancha de chocolate que tizna mi mejilla y me das un beso en la nariz.
Cuando los abro no estás. La cocina huele a azúcar y nata, y a luces de feria, a mantequilla y nubes de algodón. Toda la casa está impregnada del aroma del deseo y la saliva. Pero tú no estás...
Y así, tal cual, descalza y sin chaqueta, salgo corriendo al jardín y me siento sobre el césped húmedo a mirar al cielo... Intento buscarte en la luna que esta noche parece un pastel plagado de velas.
LOS STUKAS/ HAZAÑAS BÉLICAS