jueves, 16 de septiembre de 2010

CUARENTA (PEQUEÑO AUTORRETRATO)



You can dance, you can jive, having the time of your life...
See that girl, watch that scene, dig in the Dancing Queen.


Recién salgo de la ducha, me miro en el espejo. Desnuda y mojada, la piel erizada, quizá porque soy consciente del rito que voy a acometer, tal vez por la mañana de otoño prematuro que se adivina detrás de los cristales. Me acerco a esa superficie brillante que me devuelve mi imagen multiplicada por tres, y dibujo un corazón en la nube blanca que mi aliento ha dibujado en ella.

No tengo apenas arrugas. No, espera. No es cierto. Hay dos profundos surcos alrededor de la boca, creo que tienen incluso un nombre, pero no me apetece buscar en Google para saberlo. Yo las llamo las arrugas de la risa. Me gustan esas dos líneas que dicen tanto de mí, que cuentan a quien le interese que he reído mucho, que he sonreído mucho más, que también he llorado, sí, pero al parecer las lágrimas no han sido capaces de dejar huella en mi piel.

Vale, puede que mis pechos ya no conserven la firmeza de antaño, aunque aún se resisten a sucumbir a la fuerza de la gravedad. Pero qué importa. Han alimentado a dos criaturas y las han acogido amorosamente al calor de los latidos de un corazón hambriento. Han sido receptores de mil besos y caricias, de un millón de mordiscos apasionados, el centro del placer y del dolor. El reclamo y el arma de seducción en las noches desenfrenadas en que la vida giraba alrededor del sábado noche y los días se contaban en mariposas en el estómago.

Lo ves? En mi vientre se dibuja una cicatriz apenas perceptible de dos cesáreas que permitieron asomarse a la vida a mis dos hijas y si te fijas bien, la huella tenue de la cuna de agua en la que durmió el que no llegó a nacer y se murió dentro de mí, sumiéndome en uno de los periodos más tristes de mi vida.

Las caderas se han ensanchado ligeramente a pesar de que aún puedo poner aquellos viejos vaqueros que me resisto a dejar en la basura, tan llenos están de memoria y vida y en mis muslos se asoma un atisbo de celulitis que me desespera y contra el que lucho denodadamente, aunque se perfectamente quien perderá esa guerra.

Mis piernas siguen siendo largas y mis pies pequeños y estrechos y sonrío al recordar a mi abuela cuando me decía que tenía pies de reina y los besaba mientras me secaba después del baño, y en la cocina olía a leche caliente y galletas María...



Y debajo de la piel y los huesos, detrás del pelo y la carne. Más allá de la anatomía. Justo en el lugar indómito a donde no llega la sangre ni la hiel, duermo yo. Hola soy Elena, la auténtica, genuina y verdadera Dancing Queen (y hoy cumplo cuarenta años)

Me conoces de sobra. Me conozco demasiado bien.

Dices "piensa un deseo". Me pides que te hable de mi regalo soñado, de aquel que nadie me ha hecho jamás.

No hace falta que medite demasiado. Está bien. Esto es lo que quiero...

... que me recuerdes siempre como la chica triste que te hacía reir.

ABBA/ DANCING QUEEN

domingo, 5 de septiembre de 2010

LA VIE EST BELLE



I need a friend
Oh I need a friend
To make me happy
Not so alone



Cuando lo conocí era un anacoreta alto y flaco, todo barba y pelo. Solo unos inmensos ojos azules de mar triste permitían adivinar que debajo de tanto abandono dormía un hombre que nunca fue niño y que sin embargo, será un niño eternamente.

Nunca olvidaré el día que sonrió por primera vez en aquella tarde de Nochebuena de 2008. Una fiesta, teatro, muchas risas, presentes pequeños, besos y villancicos desafinados, un soplo de aire fresco entre tanto desespero.

Mucho tiempo después nos confesó que aquel era el primer regalo que había recibido en su vida. Esa misma semana se había cortado la melena y se había afeitado. Sin embargo, ni las tijeras, ni la cuchilla ni la espuma consiguieron arrastrar por el desagüe la tristeza que vivía perenne en su mirada.

Recuerdo que el ligero temblor de su barbilla dio paso a una sonrisa tan grande y luminosa como el sol que no brillaba en aquella tarde de invierno mientras desenvolvía un pequeño paquete con su nombre escrito con purpurina dorada.

Después de aquella primera sonrisa vinieron otras muchas. Pero también llegó la desesperanza, el miedo, la primera y única recaída. Volver a empezar.

Tantas mañanas de tren, bus y taxi. El sin carnet ni coche porque no podía ser de otra manera. Yo porque tengo pánico a conducir. Risas, nervios, no te preocupes, no te preocupes, todo irá bien. No ves que yo estoy contigo? No te das cuenta de que soy la mejor abogada del mundo mundial? Y le decía que no tuviese miedo mientras evitaba mirarle para que no pudiese leer el mío asomándome a los ojos.

Negociar, conformarse, apelar. Ganar, perder, seguir. Vamos, vamos, vamos. Carpetas llenas de papeles que deciden destinos y vidas. Un trozo de su vida en mis manos y la responsabilidad cargada al hombro como una mochila perenne que parecía no vaciarse jamás.

Ayer celebramos otra fiesta. Las altas terapéuticas son días especiales, días de color verde esperanza y rojo fuego. Días en los que pienso que ha merecido la pena tanto esfuerzo, días en los que la felicidad me besa en los labios y vuelvo a creer en el género humano y en mí misma, y en el poder curativo de los tequieros y los abrazos que se dan porque sí.

Mientras archivaba los expedientes con su nombre escrito en letras mayúsculas volví a aquella noche en que todo se rompió en mil pedazos. Por un momento, la desazón y la pena que sentí por él, por mí en aquel instante que olía a alcohol, cocaína y oscuridad se coló por la ventana y me pinchó en la garganta.


Volví a ver a su madre sentada en el despacho el día que él ingresó, ausente y cruel, confesando sin pudor que no lo quería, que nunca lo había querido, que le daba igual lo que ocurriese, que no contásemos con ella para el apoyo familiar.

.- No tengo más familia, nos dijo con su mirada triste del color del otoño.
.- Ya… pero a partir de ahora nosotros seremos tu familia, todos. Y estaremos contigo mientras tú quieras estar…

Cuando llegué lo busqué entre sus amigos, sus compañeros, los que a día de hoy son como él cuando no sabía reir. Los que todavía tienen que recorrer el camino arduo del dolor y la aceptación de la ruina para resurgir y ser y aprender a vivir de nuevo.

.- Gracias, Elena. Mi abogada, la mejor abogada del mundo mundial. Esta fiesta es también tuya, de E.,de F., de M, de todos, pero sobre todo tuya porque sin ti esto no habría sido posible. Gracias...

… los aplausos que pusieron música a nuestro abrazo me recordaron a esas películas americanas que detesto, cuando todo el mundo se pone a dar palmas en el momento del happy end. Pero qué narices… a veces los finales felices existen, a veces a fuerza de desear, los sueños se cumplen.

Y yo, que voy de chica dura, yo que todas las mañanas sueldo pacientemente las escamas de mi coraza. Yo la fuerte, la que nunca tiene miedo, aún no he aprendido a estas alturas a controlar las lágrimas que se enquistan en mis ojos y el dolor agudo que se instala en mi garganta cuando lucho contra mis sentimientos.
Yo, que caigo prisionera del silencio cuando la emoción me baila en las manos y vuela sobre mis hombros solo pude esconderme en su abrazo y decirle muy bajito: Qué alto eres, mi Ermitaño querido…



* Allá al fondo, en la sala de juntas convertida en improvisada pista de baile, alguien ponía el Waka Waka por tercera o cuarta o enésima vez. Pero dentro de mí, sonaba esta canción que dice que (puede que solo a veces, puede que a pesar de todo) la vida es maravillosa.

BLACK/ WONDERFUL LIFE