viernes, 31 de diciembre de 2010

NOCHE VIEJA


Cuando era una niña escribíamos la Nochevieja sobre el mármol blanco de la mesa de la cocina de la casa de mis abuelos. Cenando a turnos. Primero los niños. Luego los mayores.
Y mientras los adultos celebraban y hablaban de sus cosas, de aquellas cosas que a mí me sonaban tan lejanas e incomprensibles, nosotros rebuscábamos en los armarios y nos disfrazábamos con las sabanas viejas y los vestidos y las corbatas del viejo arcón de madera.

En la tele, las galas interminables, todas de oro y purpurina barata. El Thriller de Michael Jackson, la teta de Sabrina, las uvas comidas a destiempo por culpa de una presentadora despistada. Los especiales de Martes y Trece, las partidas interminables a la escoba en las que era ley sagrada colocarse el siete de oros en la frente cuando se hacía la jugada que te permitía quedarte con él entre el alborozo propio y la envidia del resto de jugadores. Como si del más preciado de los tesoros se tratase.

Llegó el tiempo de la vida por delante. Comer las uvas, o mejor dicho los Lacasitos, no me gustan las uvas, a toda prisa, con el vestido nuevo y la melena de peluquería para salir a quemar la noche. Regresar a casa, a veces bien entrada la mañana, la nieve en el pelo y el cansancio y la resaca en el alma. Despertar con la risa de mi madre mientras veía una de aquellas obras de Lina Morgan, un colacao bien caliente y vuelta a la cama que no estaba el cuerpo para bromas...

Después vino la calma.

Curiosamente son las que menos recuerdo, quizá porque creía tenerlo todo y no era consciente del delicado equilibrio que gobernaba mi vida.

Llevo todo el día intentando recordar algún detalle especial de la última.

Me desespero porque la niebla se apodera de la memoria, tal vez porque tengo mucho sueño. Quizá es que solo echamos de menos las cosas que hemos perdido definitivamente, quizá es que somos tan puñeteros que no sabemos apreciar los pequeños instantes de felicidad hasta que se escapan por la chimenea, volando como pájaros heridos, para no regresar.

Quizá simplemente que nos empeñamos en añorar lo que nunca hemos tenido, en anhelar una y otra vez la hermosura de lo que no se ha vivido jamás

Y así, enredados en sueños y ausencias, dejamos pasar las horas. Y apenas sin darnos cuenta, frente a un televisor encendido, con doce uvas (Lacasitos) en el plato, tomamos conciencia de cuan rápido pasó. Uno más.

Feliz Noche. Feliz Año. Que se cumplan todos vuestros sueños y sobre todo, que nunca perdáis la capacidad ni la intención de soñar.


MECANO/UN AÑO MÁS

sábado, 27 de noviembre de 2010

EL ARBOL DE LA SONRISA



* Lo prometido, es deuda...

Hace mucho, mucho tiempo, le regalé a alguien un árbol madre. Escribí aquel relato con el corazón entre las manos, el alma desbocada y un sentimiento indescriptible naciéndome en el pecho.

Fueron días extraños. El cielo se deshacía en pedazos y todo mi mundo se resquebrajaba y se volvía trozos de amor y anhelo. Fueron los días en que se rompió el espejo de mi torre encantada y ví unos ojos que me empujaron a coger mi barca y luchar contra la vieja maldición.

Tengo la sensación de que han pasado mil años desde entonces.

Con el paso inexorable de las horas, he surcado los siete mares de la vida y de la muerte y he remado hacia mi destino una y otra vez. Sumergiéndome en mi propio océano de sentimientos, evitando el naufragio y encallando sin remedio en las costas negras de la desesperación.

Arranqué una a una las escamas que revestían mi traje de sirena y las guardé en una caja de nieve, para que el frío las conserve brillantes y de plata, por si algún día decido bucear de nuevo y sentir la arena del fondo del mar lamiéndome el vientre.

Recuperé la voz y mis piernas y me quedé en la orilla, acechando entre lágrimas el horizonte. Envidié a las gaviotas que pueden volar, a las anémonas y las algas. A los peces de colores que habitan las aguas calientes del Sur. Deseé con todas mis fuerzas volverme pequeña, diminuta, para poder cabalgar a lomos de un caballito de mar hacia la otra punta de mis sueños.

Enredada en mi propia red, incapaz de escapar a mi propio destino, aullé a la luna la canción de la tristeza y solo pude oir el grito desgarrado de mi propio eco.

Caminé sobre los estanques de la nostalgia y surfeé tantas y tantas olas de alegría, deseo y ternura.

Un día cualquiera de noviembre, alguien me regaló un árbol de la sonrisa. Entonces, comprendí que como yo, hay más deseos cautivos, más historias de realidades que se estancan en el arrecife de los sueños imposibles. Que todos necesitamos regalar sombras que cobijen de la tormenta. Que todos necesitamos que nos regalen sombras que provoquen una sonrisa.

Descubrí que como yo, tú también tienes miedo. Y hablas de cuatro. Y yo soy cuatro. También.

Por un instante, siento que mi vida es paralela a otras vidas. Que hay tantos futuros iguales, tantos pasados idénticos, tantos presentes gemelos como granos de arena reposan en la playa de los deseos que nunca se cumplirán...

No se por qué, me siento mejor. No se por qué, te siento tan cerca que probablemente hasta podría oirte respirar.

Y mientras acaricio el cofre donde duermen los trozos de cola de la mujer-sirena que habita dentro de mí, creo ver brillar una estrella que duerme plácidamente sobre la rama de un árbol.

FIONA APPLE/ACROSS THE UNIVERSE

jueves, 18 de noviembre de 2010

PEQUEÑA TONTERÍA DE MEDIATARDE



El teléfono lleva sonando toda la mañana, y los avisos del outlookexpres me están trayendo de cabeza. Parecemos críos. Parecemos lo que fuimos hace unos cuantos años, cuando concertar la cita de los sábados era una tarea ardua y compleja y las llamadas en cadena no solían funcionar.

No hay nada que discutir en cuanto a la ciudad. Este año toca Oviedo. Hay que organizar los taxis, las casas convertidas en pequeños hoteles para acoger a los que no tienen pensado regresar hasta la mañana del sábado, el lugar donde nos encontraremos, la hora, el restaurante que acogerá tan magno evento. Y en esos menesteres llevamos días y días, que no todos tenemos cuenta en facebook y además las cosas nuestras han sido siempre así. Imposible cambiarlas después de tantos años.

Nos conocimos en la Facultad, primero de a poco, los que íbamos juntos en el Alsa y compartíamos bostezos y rutina en el autobús. Los pasillos, la cafetería, el patio del antiguo Caserón, las clases aburridas de Constitucional y las risas en Romano, hicieron el resto. Y en menos de tres meses fuimos los doce magníficos.

El tiempo transcurrió entre apuntes, agobios, exámenes, amenazas de abandono, amagos de abandono, desesperación y alegría. Y entre tanto, se fue tejiendo entre nosotros una maraña de afectos y compañía indispensable que el transcurso de los días no ha conseguido mermar ni un solo ápice.

Juntos celebramos cada fin de carrera como si fuese propio. Y después, cada cual eligió su propio camino...

Acabo de comprarme un vestido nuevo y unos zapatos. La ocasión lo merece y yo siempre seré una chica de provincias, después de todo. Hay que estrenar cuando una tiene una reunión importante. Y la de mañana para mí lo es.

Como siempre, hablaremos del pasado. Recordaremos, otra vez y van... las partidas de cartas en el Dólar, las excursiones al Corte Inglés con el motivo más nimio, los campeonatos de chistes al mediodía de cualquier bar del centro. Nos atropellaremos para hablar y poner encima de la mesa esos trocitos de vida que compartimos.

Como siempre, hablaremos del presente, de nuestras cosas, del trabajo, de la vida. Y nos reiremos de las historietas de Juzgados y Tribunales, compartiremos los éxitos y los fracasos de todo un año, y pondremos a parir al Colegio y alguna que otra Señoría que por supuesto no será de los presentes en la Sala.

Como siempre, recordaremos al que no está, y se nos llenará el corazón de una pizca de tristeza aunque él se enfade desde ese lugar detrás del arcoiris en el que seguro que se encuentra. Y nos perdone cuando brindemos por él con su vino favorito.

Todo será como siempre. Y pienso en que bendigo los "como siempre".

Llegarán los bailes y las primeras quejas por los tacones. Y probablemente con el amanecer lleguen las primeras despedidas y las promesas de encuentro para el año que viene. Tal vez muchos de nosotros no volvamos a vernos. Otros nos encontraremos día a día por los pasillos o en estrados. Eso no importa. No hace falta que estemos juntos físicamente, ni que hablemos a menudo por teléfono. Un pequeño mail, un SMS, una llamada a media tarde son suficientes para recordarnos unos a otros que siempre seremos los doce magníficos, aunque falte una silla en nuestra mesa.

Muchos me leéis. Sabéis que se me da mejor decir lo que siento por escrito. Sabeis que a veces se me atasca el alma en la garganta y los tequieros se me quedan colgando en el cielo del paladar.

Y sí, hoy estoy ñoña perdida. Y me muero de ganas de veros, de compartir cena y noche. Y si estoy de humor y la cosa se tercia y algún DJ enrollado se digna a pinchar a Abba, puede que me quite los zapatos y baile Dancing Queen. Ya sabeis que vosotros solo teneis que cerrar el corro y arroparme. El resto ya lo hago yo...

Ah, se me olvidaba lo más importante. Os quiero. A todos y cada uno de vosotros. Porque sois mis amigos. Para que así conste en el lugar y fecha indicados en el encabezamiento de este escrito.

AMARAL/ SON MIS AMIGOS

domingo, 31 de octubre de 2010

HAZAÑAS BÉLICAS



Guardar tu amor
es una hazaña bélica...


Acabo de ducharme y me pongo el conjunto de punto gris que me compré hace unos días en Women`s Secret. No soporto estar en pijama por la casa, ya lo sabes, y me siento guapa con esta camiseta de tirantes y el pantalón de pequeños cuadritos rosa y marengo...


Tarta mousse de chocolate (Un regalo de Cumpleaños)
Ingredientes

3 Huevos
1 Tableta de Chocolate Puro Negro
150 gr. de azúcar
150 gr. de azúcar glas
350 ml de nata montada
4 hojas de gelatina
Galletas Tipo María
Un poco de mantequilla en punto pomada


Desmenuzar las galletas hasta convertirlas en polvo. Acabas de salir de la ducha. Hueles a Nenuco. Sonrío pero no te miro, estoy concentrada con el Turbo de la Thermomix, necesito hacer polvo estas María te digo, mientras te meto una en la boca. No pongas esa cara, jolín, mira que susto más tonto, anda aparta.

Mezclar las galletas con la mantequilla hasta conseguir una masa compacta, introducirla en un molde desmontable. Dios. No recuerdo donde he puesto el molde y me desespero, sabes que soy impaciente, que todo lo quiero ahora. Mientras busco me hago un moño que sujeto con un palito de madera, cualquier día de estos me va a dar la ventolera y me voy a cortar el pelo mucho, murmuro bajito aunque nunca tendré el valor de hacerlo. Aún recuerdo aquella vez...

Separar las claras de las yemas con mucho cuidado. Batir las claras a punto de nieve. Se que me pongo bizca cuando me concentro, se que suelo sacar la puntitade la lengua cuando toda mi atención se vuelca en algo concreto. Me encanta ver cómo las claras se convierten en nieve. Y por un instante, me acuerdo de mi abuela, me acuerdo de que no teníamos batidora y que mis manos se quedaban blancas de tanto darle a aquel batidor metálico cuando hacíamos merengue en las frías tardes de invierno.

Batir las yemas con el azúcar hasta conseguir una masad blanquecina. Tu mano se desliza traviesa bajo mi camiseta, mientras los pezones se endurecen al contacto con tus dedos y pienso que tal vez sea hora de poner la calefacción, aunque el motivo en este caso no sea el frío precisamente. No digo nada, no quiero que te detengas, no pares por favor... Siento tu aliento que sopla en mi nuca despejada y las piernas me fallan ligeramente al tiempo que la mezcla se torna del color de la escarcha que llora de los corazones rotos.

Montar la nata con el azúcar glas. Te agachas y vas besando la línea que marca la columna vertebral en mi espalda. Sí, ya se que he adelgazado, pero todos estos meses no han sido fáciles de vivir, mi amor. Abrazas la línea de mi cintura y te detienes en los huesos de mi cadera y me estás poniendo nerviosa, estate quieto, ahora sí quiero que pares, estate quieto te digo con la boca pequeña porque sé, sabes, que estoy mintiendo y que no hay nada que desee más que tenerte abrazado sobre mí, con tu barbilla apoyada en el hueco de mi omóplato dolorido.

Fundir el chocolate en el microondas durante un minuto y medio como máximo.
Yo también, lentamente, me voy derritiendo, lo mismo que el cacao me vuelvo blanda y líquida al ritmo de tu lengua en la caracola de mis orejas, subes y bajas y me recorres entera aferrado a mi espalda, a mis muslos, a mis pantorrilas, a mis tobillos. Tus manos y tu boca recorren un camino que no quiero que abandones jamás.

Remojar la gelatina en agua fría. Una vez esté blanda, deshacerla en un poco de agua muy caliente. Una vez deshecha, mezclar lentamente las yemas, las claras, la nata montada y la gelatina con el chocolate. Ha de hacerse despacio, de arriba a abajo hasta que todo quede integrado perfectamente.
La espátula se desliza arriba y abajo, el color blanco se mezcla con el marrón y ya no se cuanto tiempo más voy a aguantar. Eres malo, te vas a quedar sin tu tarta, luego no quiero responsabilidades, saldrá mal y tú tendrás la culpa. Tanteas mi vientre intentando introducir la mano por debajo del pantalón. Me revuelvo, quita, pelma, déjame que las llevas. Pero el deseo se ha apoderado de mí y me tiembla el pulso, tiemblo entera y me muero de ganas de darme la vuelta y buscar tu boca y dejar todo para mañana. Dejar todo menos a tí. Eres malo...

Una vez conseguida la textura deseada, verter en el molde y llevar al frigorífico. Dejar reposar como mínimo veinticuatro horas. Desmoldar y decorar.
Abro la nevera y su aliento gélido me despeja la cara. Envuelvo el molde con papel film, transparente y limpio como la estrecha cuerda que me ata a tí, me gustaríaa saber qué clase de magia ha permitido que no te hayas separado de mí mientras cocinaba. Imagino que hay pegamentos tan sólidos que nos unen para siempre, que hay imanes que se nos instalan en el alma y no se marchan jamás aunque intentemos arrancarlos a tirones.

Ya está, te digo al empujar la puerta del congelador. Me doy la vuelta y cierro los ojos. Tú comes despacio la mancha de chocolate que tizna mi mejilla y me das un beso en la nariz.

Cuando los abro no estás. La cocina huele a azúcar y nata, y a luces de feria, a mantequilla y nubes de algodón. Toda la casa está impregnada del aroma del deseo y la saliva. Pero tú no estás...

Y así, tal cual, descalza y sin chaqueta, salgo corriendo al jardín y me siento sobre el césped húmedo a mirar al cielo... Intento buscarte en la luna que esta noche parece un pastel plagado de velas.

LOS STUKAS/ HAZAÑAS BÉLICAS

sábado, 2 de octubre de 2010

TACONES LEJANOS



It must have been cold there in my shadow
To never have sunlight in your face
And you can content to let me shine
You always walked a step behind...


.- Qué mayor te veo. Los cuarenta son dañinos de narices.

.- Capullo. Y tú engordaste, eh?

No es la primera vez que nos enfrentamos. Pero nos conocemos tan bien que sabemos perfectamente que por un momento nos olvidaremos de lo que somos y de lo que fuimos. Te voy a machacar, pequeño. Ni lo sueñes, querida.

Y mientras su señoría te pide brevedad yo me dejo llevar por la cadencia de tu voz y regreso a los pasillos del viejo Caserón. Parece imposible que hasta aquí pueda llegar el olor caliente de la tortilla recién hecha del Sevilla, la bruma imperceptible de la biblioteca vieja y la voz de tu madre llamándonos a comer desde el pasillo.


Firmamos el acta y justo cuando me levanto, noto un chasquido bajo mis pies. No puede ser, se me ha roto un tacón. Camino concentrada hacia la puerta intentando disimular, ya sabes que yo siempre he sido muy digna, ya sabes que yo antes muerta que sencilla.


.- Esto... que no voy a poder quedarme a comer, llévame a casa. Mira. Y no te rías. Me quiero morir.


Al final del pasillo hay un hombre vestido de azul que se afana en reponer las baldosas que se rompieron hace unos días cuando alguien estrelló un banco contra el suelo. Ya se lo que voy a hacer. Le pediré que me arranque el otro tacón. Así nadie podrá confundirme con el padre de Jesulín. Me importa un bledo que los zapatos me hayan costado un riñón, hoy no quiero dejar de estar contigo. Adonde vas. Espera, ven, será solo un momentito. Menos mal que esta toga me queda larga, así nadie se dará cuenta de que voy caminando de puntillas sobre un pie, intentando mantener el equilibrio con este puñetero maletín que pesa todo un infierno.


.- Oiga, buenas, sería tan amable de darme un martillazo?


El hombre se gira bruscamente y me mira de ese modo especial en que la gente mira a los locos de atar.


.- No, no, no a mí, hombre, por Dios... al tacón, digo. Es que verá, se me ha roto uno y claro, necesito nivelar, no se si me explico. Usted solo tiene que darle un buen golpe al otro, así, hacia abajo y yo creo que con un poco de suerte...

Tu carcajada estalla como si el cielo se rompiese en mil estrellas de colores y yo no puedo evitarlo y me río también y no puedo parar, te ríes como Risitas me dices, y cuanto más me lo dices más me río y tú más te ríes y levanto la pierna para que el hombre vestido de azul ampute ese trozo de madera y piel que se ha empeñado en amargarme el día.

Supongo que pensará que somos un par de pirados, supongo que la gente que aún espera su turno se preguntará qué diablos hacen esos dos pijos vestidos de murciélago doblados de la risa, supongo que alucinarán al ver que la rubia se descalza y le entrega su zapato al albañil mientras le dedica la mejor de sus sonrisas.


.- Por favor, inténtelo. Es que mi compañero me debe una comida en La Zamorana y claro, ya me dirá como voy a ir yo así por la calle, que ha reservado para las dos y son menos diez, las horas que son y donde estamos, la Y a tope seguro, ya no tengo tiempo de pasarme por casa, por favor, por favor, por favor...

Sí, supongo que pensarán que estamos locos de remate. Pero eso qué importa, en realidad nunca nos importó demasiado. Además hoy es viernes y brilla el sol y no nos hemos visto desde antes del verano. Hoy saldré del Juzgado midiendo diez centímetros menos y si es necesario juraré sobre la biblia que este engendro que protege mis pies son las bailarinas que triunfaron en la Fashion Week de Cibeles. Tú me dirás que son estas cosas las que me hacen especial. Pastelero, pastelera tú.

Hoy hablaremos de trabajo, de la vida, de ellos. De nosotros. Traeremos de vuelta la memoria justo a la hora del café y desmenuzaremos una por una cada hora que hemos compartido aunque ninguno de los dos se atreverá a mencionar aquella noche de sábado en que por unas horas confundimos la amistad con el amor y nos comimos a besos con la necesidad imperiosa de dos cachorros en celo.

Al tercer gin tonic me recordarás que llevamos veinte años siendo amigos y yo te diré que eso no es del todo cierto.

Me pondré seria para puntualizar que no eres mi amigo. Que eres mi caballero andante, mi compañero, mi mejor amigo. Que contigo todo parece que fue ayer, que has sido el viento bajo mis alas, que se perfectamente que he llegado a ser quien soy gracias a tí.

Tú me mirarás muy serio y prometerás por Quini que estoy equivocada, repitiéndome por enésima vez que en realidad fui yo la que te enseñó a volar.

SONATA ARCTICA/ THE WIND BENEATH MY WINGS

jueves, 16 de septiembre de 2010

CUARENTA (PEQUEÑO AUTORRETRATO)



You can dance, you can jive, having the time of your life...
See that girl, watch that scene, dig in the Dancing Queen.


Recién salgo de la ducha, me miro en el espejo. Desnuda y mojada, la piel erizada, quizá porque soy consciente del rito que voy a acometer, tal vez por la mañana de otoño prematuro que se adivina detrás de los cristales. Me acerco a esa superficie brillante que me devuelve mi imagen multiplicada por tres, y dibujo un corazón en la nube blanca que mi aliento ha dibujado en ella.

No tengo apenas arrugas. No, espera. No es cierto. Hay dos profundos surcos alrededor de la boca, creo que tienen incluso un nombre, pero no me apetece buscar en Google para saberlo. Yo las llamo las arrugas de la risa. Me gustan esas dos líneas que dicen tanto de mí, que cuentan a quien le interese que he reído mucho, que he sonreído mucho más, que también he llorado, sí, pero al parecer las lágrimas no han sido capaces de dejar huella en mi piel.

Vale, puede que mis pechos ya no conserven la firmeza de antaño, aunque aún se resisten a sucumbir a la fuerza de la gravedad. Pero qué importa. Han alimentado a dos criaturas y las han acogido amorosamente al calor de los latidos de un corazón hambriento. Han sido receptores de mil besos y caricias, de un millón de mordiscos apasionados, el centro del placer y del dolor. El reclamo y el arma de seducción en las noches desenfrenadas en que la vida giraba alrededor del sábado noche y los días se contaban en mariposas en el estómago.

Lo ves? En mi vientre se dibuja una cicatriz apenas perceptible de dos cesáreas que permitieron asomarse a la vida a mis dos hijas y si te fijas bien, la huella tenue de la cuna de agua en la que durmió el que no llegó a nacer y se murió dentro de mí, sumiéndome en uno de los periodos más tristes de mi vida.

Las caderas se han ensanchado ligeramente a pesar de que aún puedo poner aquellos viejos vaqueros que me resisto a dejar en la basura, tan llenos están de memoria y vida y en mis muslos se asoma un atisbo de celulitis que me desespera y contra el que lucho denodadamente, aunque se perfectamente quien perderá esa guerra.

Mis piernas siguen siendo largas y mis pies pequeños y estrechos y sonrío al recordar a mi abuela cuando me decía que tenía pies de reina y los besaba mientras me secaba después del baño, y en la cocina olía a leche caliente y galletas María...



Y debajo de la piel y los huesos, detrás del pelo y la carne. Más allá de la anatomía. Justo en el lugar indómito a donde no llega la sangre ni la hiel, duermo yo. Hola soy Elena, la auténtica, genuina y verdadera Dancing Queen (y hoy cumplo cuarenta años)

Me conoces de sobra. Me conozco demasiado bien.

Dices "piensa un deseo". Me pides que te hable de mi regalo soñado, de aquel que nadie me ha hecho jamás.

No hace falta que medite demasiado. Está bien. Esto es lo que quiero...

... que me recuerdes siempre como la chica triste que te hacía reir.

ABBA/ DANCING QUEEN

domingo, 5 de septiembre de 2010

LA VIE EST BELLE



I need a friend
Oh I need a friend
To make me happy
Not so alone



Cuando lo conocí era un anacoreta alto y flaco, todo barba y pelo. Solo unos inmensos ojos azules de mar triste permitían adivinar que debajo de tanto abandono dormía un hombre que nunca fue niño y que sin embargo, será un niño eternamente.

Nunca olvidaré el día que sonrió por primera vez en aquella tarde de Nochebuena de 2008. Una fiesta, teatro, muchas risas, presentes pequeños, besos y villancicos desafinados, un soplo de aire fresco entre tanto desespero.

Mucho tiempo después nos confesó que aquel era el primer regalo que había recibido en su vida. Esa misma semana se había cortado la melena y se había afeitado. Sin embargo, ni las tijeras, ni la cuchilla ni la espuma consiguieron arrastrar por el desagüe la tristeza que vivía perenne en su mirada.

Recuerdo que el ligero temblor de su barbilla dio paso a una sonrisa tan grande y luminosa como el sol que no brillaba en aquella tarde de invierno mientras desenvolvía un pequeño paquete con su nombre escrito con purpurina dorada.

Después de aquella primera sonrisa vinieron otras muchas. Pero también llegó la desesperanza, el miedo, la primera y única recaída. Volver a empezar.

Tantas mañanas de tren, bus y taxi. El sin carnet ni coche porque no podía ser de otra manera. Yo porque tengo pánico a conducir. Risas, nervios, no te preocupes, no te preocupes, todo irá bien. No ves que yo estoy contigo? No te das cuenta de que soy la mejor abogada del mundo mundial? Y le decía que no tuviese miedo mientras evitaba mirarle para que no pudiese leer el mío asomándome a los ojos.

Negociar, conformarse, apelar. Ganar, perder, seguir. Vamos, vamos, vamos. Carpetas llenas de papeles que deciden destinos y vidas. Un trozo de su vida en mis manos y la responsabilidad cargada al hombro como una mochila perenne que parecía no vaciarse jamás.

Ayer celebramos otra fiesta. Las altas terapéuticas son días especiales, días de color verde esperanza y rojo fuego. Días en los que pienso que ha merecido la pena tanto esfuerzo, días en los que la felicidad me besa en los labios y vuelvo a creer en el género humano y en mí misma, y en el poder curativo de los tequieros y los abrazos que se dan porque sí.

Mientras archivaba los expedientes con su nombre escrito en letras mayúsculas volví a aquella noche en que todo se rompió en mil pedazos. Por un momento, la desazón y la pena que sentí por él, por mí en aquel instante que olía a alcohol, cocaína y oscuridad se coló por la ventana y me pinchó en la garganta.


Volví a ver a su madre sentada en el despacho el día que él ingresó, ausente y cruel, confesando sin pudor que no lo quería, que nunca lo había querido, que le daba igual lo que ocurriese, que no contásemos con ella para el apoyo familiar.

.- No tengo más familia, nos dijo con su mirada triste del color del otoño.
.- Ya… pero a partir de ahora nosotros seremos tu familia, todos. Y estaremos contigo mientras tú quieras estar…

Cuando llegué lo busqué entre sus amigos, sus compañeros, los que a día de hoy son como él cuando no sabía reir. Los que todavía tienen que recorrer el camino arduo del dolor y la aceptación de la ruina para resurgir y ser y aprender a vivir de nuevo.

.- Gracias, Elena. Mi abogada, la mejor abogada del mundo mundial. Esta fiesta es también tuya, de E.,de F., de M, de todos, pero sobre todo tuya porque sin ti esto no habría sido posible. Gracias...

… los aplausos que pusieron música a nuestro abrazo me recordaron a esas películas americanas que detesto, cuando todo el mundo se pone a dar palmas en el momento del happy end. Pero qué narices… a veces los finales felices existen, a veces a fuerza de desear, los sueños se cumplen.

Y yo, que voy de chica dura, yo que todas las mañanas sueldo pacientemente las escamas de mi coraza. Yo la fuerte, la que nunca tiene miedo, aún no he aprendido a estas alturas a controlar las lágrimas que se enquistan en mis ojos y el dolor agudo que se instala en mi garganta cuando lucho contra mis sentimientos.
Yo, que caigo prisionera del silencio cuando la emoción me baila en las manos y vuela sobre mis hombros solo pude esconderme en su abrazo y decirle muy bajito: Qué alto eres, mi Ermitaño querido…



* Allá al fondo, en la sala de juntas convertida en improvisada pista de baile, alguien ponía el Waka Waka por tercera o cuarta o enésima vez. Pero dentro de mí, sonaba esta canción que dice que (puede que solo a veces, puede que a pesar de todo) la vida es maravillosa.

BLACK/ WONDERFUL LIFE