lunes, 28 de diciembre de 2009

LA MECÁNICA DEL CORAZÓN



Y Papá Noel dejó para mí, bajo el árbol, un libro.
No había oido hablar de él pero por algún inexplicable motivo, cuando lo tuve entre mis manos supe que me gustaría.

Porque es un cuento de amor para niños grandes.

Imagina la noche más fría de la historia. La nieve cae sobre la ciudad de Edimburgo. En lo alto de una colina nace el pequeño Jack, pero su corazón está dañado. Y por eso necesitará reemplazarlo por un reloj de madera, un corazón artificial del que dependerá su vida. Acompañemos a Jack en su aventura quijotesca desde las frías callejuelas escocesas hasta una radiante ciudad andaluza, en busca del amor. Pero, ¡cuidado! Jack debe seguir unas reglas para sobrevivir:


Uno: NO TOQUES LAS AGUJAS.
Dos: DOMINA TU CÓLERA.
Tres: NO TE ENAMORES NUNCA.


LA MECÁNICA DEL CORAZÓN DEPENDE DE ELLO





Todos hemos sufrido alguna vez por culpa de nuestro voluble corazón.
En un primer momento creí ser Miss Acacia, esa cantante miope y frágil, siempre haciendo equilibrios sobre unos delicados tacones de aguja. Y durante muchas páginas me sentí identificada con ella por tantas cosas...
Pero después descubrí que en realidad, yo, como Little Jack, debería haber seguido los consejos que la Doctora escribió en un pizarrín para que el pequeño huérfano no los olvidase nunca. No toques las agujas, domina tu cólera, no te enamores nunca...



Estoy aprendiendo a dominar mi cólera. Siempre es mejor el silencio. Las palabras hieren y hacen daño y una vez que se pronuncian o se escriben, ya no hay marcha atrás. Además, de qué servirían, para qué decir nada cuando los abismos crecen ante tus ojos inexorablemente.


Me enamoré sí, pero quien está libre del amor, quien es capaz de protegerse contra su magia? No te permitas jamás enamorarte...

"Mi corazón sigue acelerado, me cuesta retomar el aliento. Tengo la impresión de que el reloj se hincha y va a salir expulsado por mi garganta. ¿Qué tiene esta muchacha que me provoca estos sentimientos? ¿Está hecha de chocolate? Pero ¿qué me ocurre?"

Intento soldar el sueño a la realidad, pero trabajo sin máscara. Nuestras bocas se aproximan. El tiempo se ralentiza, en los relevos más melodiosos del mundo. Se mezclan, delicada e intensamente. Su lengua me transmite sabores y miles de impresiones, pero la mejor es que su lengua sabe a fresa.

Y también he tocado las agujas. Como Jack, me he arrancado el reloj que anidaba en mi pecho y que con su incesante tic tac acompañaba mis pasos y daba sentido a mi vida.

El reloj ya no está. Quisiera volver. Me gustaría volver, pero creo que ya es demasiado tarde...

Volver al tiempo en que amaba sin estrategias, cuando me arrojaba de cabeza sin miedo a estrellarme contra mis sueños ¡Volver! La época en la que no tenía miedo a nada, en la que podía subirme al cohete rosa del amor sin abrocharme el cinturón...


Hacía tiempo que no lloraba leyendo un libro...
Pero mientras caminaba por los pasillos del hospital con mi pequeña joya bajo el brazo, buscando desesperadamente el mechero en mi bolso y deseando encender un cigarrillo, una lágrima, una sola, se asomó tímida a mis ojos. Pesaba como si fuese de plomo...


miércoles, 23 de diciembre de 2009

NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO



Era temprano, yo aún seguía dormida.
Imagino que me habría quedado a ver alguna película de esas que ponen por estas fechas una y otra vez la noche anterior.
Mi madre me zarandeó suavemente, siempre me ha costado horrores despertar.

.- Güelita ya murió...

Y en aquel momento sentí como si una parte de mí, de mi vida, de mi infancia, se escapase volando entre las nubes para no volver jamás.
Me vestí a toda prisa, sin saber muy bien lo que hacía, sin lágrimas aún.
Y corrí hasta su casa, me escapé a pesar de los requerimientos de mi madre, a pesar de que llovía a mares.

Recuerdo las luces de Navidad aún encendidas en las calles, recuerdo que quería que se apagasen, que todo se quedase a oscuras, que cesasen los villancicos y la alegría fingida de los primeros paseantes. Quería gritar pero mi voz estaba escondida en algún lugar del alma, quería llorar y mis lágrimas se negaban a brotar, ateridas de frio y amordazadas por aquel nudo en la garganta y en el pecho que me impedía respirar.

Tenía quince años pero me sentía vieja de repente, porque era dolorosamente consciente de que la había perdido para siempre, de que ya no volvería a escuchar su voz. Sabía que con ella se había derrumbado para siempre mi único refugio y la certeza de su amor incondicional.

Sí, he olvidado su voz. Puedo recordar sus manos y sus caricias y sus abrazos a medianoche, cuando las pesadillas me sacudían y tenía miedo a la oscuridad y a la noche.

Puedo recordar su risa cantarina y la inocencia y el brillo de sus ojos siempre jóvenes. Puedo recordar su presencia y el orgullo con el que me miraba, era su nieta mayor, la que estaba siempre enferma, la que le pedía que le pintase los labios y le prestase sus vestidos y su collar de perlas de mentira.

Péiname, güeli, pero sin estirar, que me haces daño...

Puedo recordar su mal genio cuando se enfadaba, pero tambien su ternura y su regazo cálido y acogedor. Sí, nos parecemos tanto...

Eres mi preferida, me decía. Pero no se lo cuentes a tus primos, se enfadarían.
Es un secreto entre tú y yo. Silencio, silencio, silencio... Chsssssssssssss.

Y yo me sentía importante y sabía que siempre sería así, que por algún inexplicable motivo había algo que nos unía, que nos uniría para siempre.

Y también sabía que cuando ella no estuviese, yo tampoco estaría del todo.
Por eso, mientras corría hacia su casa, sabía que una parte de mí se había muerto un poquito también.

Anoche soñé con ella, una vez más.
Y creí verla entre las nubes. Y por un momento pensé que estos casi veinticinco años sólo habían sido una pesadilla, que ella seguiría a mi lado cuando me despertase, oliendo a leche caliente y galletas María.

Pensé que ya no volvería a detestar las luces de colores colgando inertes en las calles. Y que no sería necesario cerrar los ojos para intentar recordar su voz. Creí que me diría como tantas veces, duerme otro poco, tápate bien que hace mucho frío, vamos, vamos...
Creí que yo me acurrucaría como siempre entre las sábanas de algodón esperando con impaciencia a que sometiese los extremos del embozo entre la almohada, mi nariz sumergida en ese saquito mágico con olor a jabón de marsella y lavanda.

Pero tan solo fue un sueño...

BARBRA STREISAND/ MEMORY

martes, 22 de diciembre de 2009

AIRE

Oigo cómo las gotas de lluvia golpean con fuerza en la ventana.

Parece que la noche también llora y acompaña con sus lágrimas repiqueteando en los cristales, las mías, las que corren libremente por mis mejillas y golpean mi corazón triste y asustado.

Prometí que pasaría toda la noche despierta y así lo haré.

No sirve de nada, lo se.

Pero así puedo hacerme a la ilusión de que estoy contigo, una vez más.

Tantas veces quise volar, escapar de mi cárcel de hormigón y vida, huir, perderme para siempre, para estar contigo y dormir entre tus brazos.

Ser Aire, ser Luz, ser Nada.

Y tengo miedo. Y te busco desesperadamente y miro una y otra vez tu foto.Me acerco a la pantalla y la beso con devoción, y quiero creer que así tú podrás sentir mis labios en los tuyos. Tal vez ahora estés dormido, exhausto por la pena y el sufrimiento. Ojalá lo estés, ojalá nada fuese verdad, ojalá no existiese el pasado ni el presente y sólo hubiese futuro.

No sueltes mi mano. Porque yo te amo. Porque eres mi amigo, mi amante, mi compañero, eres mi todo.

Porque nadie me conoce como tú, porque nadie sabe tanto de mí, porque con nadie he compartido tantos momentos como contigo. Porque me has acompañado en las noches más oscuras, porque estando contigo consigo ser yo, porque has conseguido sacar lo mejor y también a veces, lo peor de mí misma...

Porque te quiero desde siempre, desde el día en que nací, aunque tú no existieses todavía. Porque una dosis de jarabe fue suficiente para comprender que ya nada volvería a ser como antes.

Aunque nunca puedas entenderlo, aunque no me creas cuando te digo que lo eres todo para mí, que eres mi dueño. Porque soy tuya, y así lo siento...

Porque daría mi vida por ser Aire y envolverte y soplarte al oido, y susurrarte palabras de amor y de consuelo. Por abrazarte irracionalmente, hasta quedar sin fuerzas, hasta caer rendida a tus pies, esos que han entibiado los mios en tantas noches de abrazos compartidos.

Porque quiero y no puedo, quisiera ser Aire...





* He cerrado la opción de poder hacer comentarios. No se por cuanto tiempo.
Necesito volver a ser Libre, aunque no pueda serlo del todo...
Gracias a los y las que me habéis acompañado con vuestras palabras, con vuestras visitas silenciosas. Gracias por haber compartido tantos momentos, por haber dejado vuestras opiniones y sentimientos. He disfrutado enormemente vuestra compañía
Un beso y Feliz Navidad...
Hasta siempre.

martes, 15 de diciembre de 2009

TIEMPO RESERVADO A LA LOCURA



Cuando oí esta canción por primera vez, algo me dolió en el alma.

No sé si es un temazo de radiofórmula o una canción más, de las muchas que se han perdido en el abismo de la memoria. Sólo se que es y será siempre mi canción. Han pasado unos cuantos años desde aquél día. Qué poco podía imaginar por aquél entonces todo lo que llegaría a significar para mí... O sí. O tal vez lo supe desde el primer momento en que me dejé llevar por aquél narananana, una y otra vez... Tal vez lo supe y simplemente estaba ahí, esperando en algún lugar de mi corazón a que llegase la hora de dejarla salir de su pequeño escondite...

Porque en mi tiempo reservado a la locura es cuando soy más yo. Me desnudo ante el espejo y veo mis virtudes y también mis numerosos defectos. A veces me gusta lo que veo y en ocasiones quisiera poder cambiar todo aquello que detesto de mí misma... Y llego a la conclusión de que no soy perfecta. Pero tampoco pretendo serlo. Sólo soy una mujer que a veces se comporta como una niña, o tal vez una niña que se ve obligada a comportarse como una mujer.


Pero mientras sea capaz de sentir el aire fresco en mi piel, acariciándome al caminar, mientras sea capaz de creer que merece la pena arriesgar, que siempre es el momento de volar, de elevarse por encima de las nubes. Mientras tenga fe en todo eso, mientras mantenga intacta mi capacidad para soñar, seguiré pensando que mi tiempo reservado a la locura ha merecido la pena...


21 JAPONESAS/ TIEMPO RESERVADO A LA LOCURA

lunes, 7 de diciembre de 2009

PAPA



Una lata vieja llena de renacuajos...
Es el primer recuerdo que guardo de tí.

Me encantaba ir a pescarlos contigo a la charca que había debajo de casa.
Y tus entrevistas, aquellas que me hacías al pie de un avión imaginario, cuando aún casi no sabía ni hablar pero me sabía todas las canciones de moda que ponían por la radio.

Con usteeeeeeeeeeedeeeeeeeeeeessssssss, la gran artista venida del otro lado del océanoooooooooo. Elenaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Y yo cantaba a medial lengua con el batidor del chocolate en la mano á modo de micrófono, mientras tú me mirabas extasiado.
Imagino que siempre tuviste miedo a perderme como perdiste a mi hermana. Tal vez por eso te pasabas horas y horas a los pies de mi cuna, vigilando mi respiración.
Tal vez por eso cada enfermedad de las mías la viviste con angustia, con desesperación.

Quizá por eso siempre fuiste parco en abrazos, y besos, esos que tanto necesito para sentirme viva, para continuar, para no dejar de ser yo. Quizá en el fondo no querías quererme demasiado, para no tener que sufrir si algún día yo también me iba.

Tu mano cálida tomando la mía en las tardes frías de invierno en las que caminábamos juntos hacia el Molinón, tú discutiendo con Lelo sobre si Maceda sería titular o Quini marcaría algún gol. Yo en silencio, ensimismada en mis pensamientos de niña. Contando pasos, sonriendo bajito, sintiéndome tan pequeña a tu lado.

Sentado en la cocina leyendo el periódico, leyendo tus libros infumables, disfrutando de tu música favorita.
Limpiando los zapatos los Domingos por la mañana, en un ritual invariable. Nunca más he vuelto a llevar los zapatos tan limpios, lo sabías?

Nuestras discusiones, siempre de política. Escuchar algún disco contigo, cuando los sábados aún no querían decir fiesta y salidas nocturnas.
Tus enfados cuando os desobedecía y llegaba a la hora que me daba la gana, tu preocupación cuando algún chico llamaba a casa preguntando por mí...

Tantas veces he deseado colgarme de tu cuello, abrazarte y decirte lo mucho que te quería... Tantas veces.

Te veo aferrarte a la vida, enganchado a mil cables, a máquinas infernales que no comprendo, en ese cuarto tan frío, tan oscuro, tan solo... y desearía no marcharme nunca. Permanecer siempre a tu lado. Y no sentir este miedo que me paraliza, que me ahoga, que no me deja pensar.


Y canto entre lágrimas una y otra vez esa canción que tanto nos gustaba cantar a voces en el coche, el sol de Castilla iluminando los veranos que parecían no tener fin. Para que me oigas y sepas que no la he olvidado. Que muchas veces la recuerdo y se me empaña la mirada.

Sabes que ya no habrá primavera...

No, no la he olvidado porque forma parte de esos pocos momentos en que tú te liberabas de tu miedo y yo de mi vieja e ingenua creencia de que no me querías y en realidad habrías preferido que mi hermana no se hubiese muerto. Y me sentía feliz cuando mirabas hacia atrás y te reías mientras tratabas de imitar a Luis Mariano.

La canto y espero que desde ese hospital que detesto puedas escucharme y te despiertes, y te llegue el aroma de las violetas imperiales. Y que tu corazón siga latiendo, y todo se quede en un susto...

... y cuando la oigas, sepas que te quiero, papá, aunque hace mucho, mucho tiempo que no te lo digo.