domingo, 31 de octubre de 2010

HAZAÑAS BÉLICAS



Guardar tu amor
es una hazaña bélica...


Acabo de ducharme y me pongo el conjunto de punto gris que me compré hace unos días en Women`s Secret. No soporto estar en pijama por la casa, ya lo sabes, y me siento guapa con esta camiseta de tirantes y el pantalón de pequeños cuadritos rosa y marengo...


Tarta mousse de chocolate (Un regalo de Cumpleaños)
Ingredientes

3 Huevos
1 Tableta de Chocolate Puro Negro
150 gr. de azúcar
150 gr. de azúcar glas
350 ml de nata montada
4 hojas de gelatina
Galletas Tipo María
Un poco de mantequilla en punto pomada


Desmenuzar las galletas hasta convertirlas en polvo. Acabas de salir de la ducha. Hueles a Nenuco. Sonrío pero no te miro, estoy concentrada con el Turbo de la Thermomix, necesito hacer polvo estas María te digo, mientras te meto una en la boca. No pongas esa cara, jolín, mira que susto más tonto, anda aparta.

Mezclar las galletas con la mantequilla hasta conseguir una masa compacta, introducirla en un molde desmontable. Dios. No recuerdo donde he puesto el molde y me desespero, sabes que soy impaciente, que todo lo quiero ahora. Mientras busco me hago un moño que sujeto con un palito de madera, cualquier día de estos me va a dar la ventolera y me voy a cortar el pelo mucho, murmuro bajito aunque nunca tendré el valor de hacerlo. Aún recuerdo aquella vez...

Separar las claras de las yemas con mucho cuidado. Batir las claras a punto de nieve. Se que me pongo bizca cuando me concentro, se que suelo sacar la puntitade la lengua cuando toda mi atención se vuelca en algo concreto. Me encanta ver cómo las claras se convierten en nieve. Y por un instante, me acuerdo de mi abuela, me acuerdo de que no teníamos batidora y que mis manos se quedaban blancas de tanto darle a aquel batidor metálico cuando hacíamos merengue en las frías tardes de invierno.

Batir las yemas con el azúcar hasta conseguir una masad blanquecina. Tu mano se desliza traviesa bajo mi camiseta, mientras los pezones se endurecen al contacto con tus dedos y pienso que tal vez sea hora de poner la calefacción, aunque el motivo en este caso no sea el frío precisamente. No digo nada, no quiero que te detengas, no pares por favor... Siento tu aliento que sopla en mi nuca despejada y las piernas me fallan ligeramente al tiempo que la mezcla se torna del color de la escarcha que llora de los corazones rotos.

Montar la nata con el azúcar glas. Te agachas y vas besando la línea que marca la columna vertebral en mi espalda. Sí, ya se que he adelgazado, pero todos estos meses no han sido fáciles de vivir, mi amor. Abrazas la línea de mi cintura y te detienes en los huesos de mi cadera y me estás poniendo nerviosa, estate quieto, ahora sí quiero que pares, estate quieto te digo con la boca pequeña porque sé, sabes, que estoy mintiendo y que no hay nada que desee más que tenerte abrazado sobre mí, con tu barbilla apoyada en el hueco de mi omóplato dolorido.

Fundir el chocolate en el microondas durante un minuto y medio como máximo.
Yo también, lentamente, me voy derritiendo, lo mismo que el cacao me vuelvo blanda y líquida al ritmo de tu lengua en la caracola de mis orejas, subes y bajas y me recorres entera aferrado a mi espalda, a mis muslos, a mis pantorrilas, a mis tobillos. Tus manos y tu boca recorren un camino que no quiero que abandones jamás.

Remojar la gelatina en agua fría. Una vez esté blanda, deshacerla en un poco de agua muy caliente. Una vez deshecha, mezclar lentamente las yemas, las claras, la nata montada y la gelatina con el chocolate. Ha de hacerse despacio, de arriba a abajo hasta que todo quede integrado perfectamente.
La espátula se desliza arriba y abajo, el color blanco se mezcla con el marrón y ya no se cuanto tiempo más voy a aguantar. Eres malo, te vas a quedar sin tu tarta, luego no quiero responsabilidades, saldrá mal y tú tendrás la culpa. Tanteas mi vientre intentando introducir la mano por debajo del pantalón. Me revuelvo, quita, pelma, déjame que las llevas. Pero el deseo se ha apoderado de mí y me tiembla el pulso, tiemblo entera y me muero de ganas de darme la vuelta y buscar tu boca y dejar todo para mañana. Dejar todo menos a tí. Eres malo...

Una vez conseguida la textura deseada, verter en el molde y llevar al frigorífico. Dejar reposar como mínimo veinticuatro horas. Desmoldar y decorar.
Abro la nevera y su aliento gélido me despeja la cara. Envuelvo el molde con papel film, transparente y limpio como la estrecha cuerda que me ata a tí, me gustaríaa saber qué clase de magia ha permitido que no te hayas separado de mí mientras cocinaba. Imagino que hay pegamentos tan sólidos que nos unen para siempre, que hay imanes que se nos instalan en el alma y no se marchan jamás aunque intentemos arrancarlos a tirones.

Ya está, te digo al empujar la puerta del congelador. Me doy la vuelta y cierro los ojos. Tú comes despacio la mancha de chocolate que tizna mi mejilla y me das un beso en la nariz.

Cuando los abro no estás. La cocina huele a azúcar y nata, y a luces de feria, a mantequilla y nubes de algodón. Toda la casa está impregnada del aroma del deseo y la saliva. Pero tú no estás...

Y así, tal cual, descalza y sin chaqueta, salgo corriendo al jardín y me siento sobre el césped húmedo a mirar al cielo... Intento buscarte en la luna que esta noche parece un pastel plagado de velas.

LOS STUKAS/ HAZAÑAS BÉLICAS

sábado, 2 de octubre de 2010

TACONES LEJANOS



It must have been cold there in my shadow
To never have sunlight in your face
And you can content to let me shine
You always walked a step behind...


.- Qué mayor te veo. Los cuarenta son dañinos de narices.

.- Capullo. Y tú engordaste, eh?

No es la primera vez que nos enfrentamos. Pero nos conocemos tan bien que sabemos perfectamente que por un momento nos olvidaremos de lo que somos y de lo que fuimos. Te voy a machacar, pequeño. Ni lo sueñes, querida.

Y mientras su señoría te pide brevedad yo me dejo llevar por la cadencia de tu voz y regreso a los pasillos del viejo Caserón. Parece imposible que hasta aquí pueda llegar el olor caliente de la tortilla recién hecha del Sevilla, la bruma imperceptible de la biblioteca vieja y la voz de tu madre llamándonos a comer desde el pasillo.


Firmamos el acta y justo cuando me levanto, noto un chasquido bajo mis pies. No puede ser, se me ha roto un tacón. Camino concentrada hacia la puerta intentando disimular, ya sabes que yo siempre he sido muy digna, ya sabes que yo antes muerta que sencilla.


.- Esto... que no voy a poder quedarme a comer, llévame a casa. Mira. Y no te rías. Me quiero morir.


Al final del pasillo hay un hombre vestido de azul que se afana en reponer las baldosas que se rompieron hace unos días cuando alguien estrelló un banco contra el suelo. Ya se lo que voy a hacer. Le pediré que me arranque el otro tacón. Así nadie podrá confundirme con el padre de Jesulín. Me importa un bledo que los zapatos me hayan costado un riñón, hoy no quiero dejar de estar contigo. Adonde vas. Espera, ven, será solo un momentito. Menos mal que esta toga me queda larga, así nadie se dará cuenta de que voy caminando de puntillas sobre un pie, intentando mantener el equilibrio con este puñetero maletín que pesa todo un infierno.


.- Oiga, buenas, sería tan amable de darme un martillazo?


El hombre se gira bruscamente y me mira de ese modo especial en que la gente mira a los locos de atar.


.- No, no, no a mí, hombre, por Dios... al tacón, digo. Es que verá, se me ha roto uno y claro, necesito nivelar, no se si me explico. Usted solo tiene que darle un buen golpe al otro, así, hacia abajo y yo creo que con un poco de suerte...

Tu carcajada estalla como si el cielo se rompiese en mil estrellas de colores y yo no puedo evitarlo y me río también y no puedo parar, te ríes como Risitas me dices, y cuanto más me lo dices más me río y tú más te ríes y levanto la pierna para que el hombre vestido de azul ampute ese trozo de madera y piel que se ha empeñado en amargarme el día.

Supongo que pensará que somos un par de pirados, supongo que la gente que aún espera su turno se preguntará qué diablos hacen esos dos pijos vestidos de murciélago doblados de la risa, supongo que alucinarán al ver que la rubia se descalza y le entrega su zapato al albañil mientras le dedica la mejor de sus sonrisas.


.- Por favor, inténtelo. Es que mi compañero me debe una comida en La Zamorana y claro, ya me dirá como voy a ir yo así por la calle, que ha reservado para las dos y son menos diez, las horas que son y donde estamos, la Y a tope seguro, ya no tengo tiempo de pasarme por casa, por favor, por favor, por favor...

Sí, supongo que pensarán que estamos locos de remate. Pero eso qué importa, en realidad nunca nos importó demasiado. Además hoy es viernes y brilla el sol y no nos hemos visto desde antes del verano. Hoy saldré del Juzgado midiendo diez centímetros menos y si es necesario juraré sobre la biblia que este engendro que protege mis pies son las bailarinas que triunfaron en la Fashion Week de Cibeles. Tú me dirás que son estas cosas las que me hacen especial. Pastelero, pastelera tú.

Hoy hablaremos de trabajo, de la vida, de ellos. De nosotros. Traeremos de vuelta la memoria justo a la hora del café y desmenuzaremos una por una cada hora que hemos compartido aunque ninguno de los dos se atreverá a mencionar aquella noche de sábado en que por unas horas confundimos la amistad con el amor y nos comimos a besos con la necesidad imperiosa de dos cachorros en celo.

Al tercer gin tonic me recordarás que llevamos veinte años siendo amigos y yo te diré que eso no es del todo cierto.

Me pondré seria para puntualizar que no eres mi amigo. Que eres mi caballero andante, mi compañero, mi mejor amigo. Que contigo todo parece que fue ayer, que has sido el viento bajo mis alas, que se perfectamente que he llegado a ser quien soy gracias a tí.

Tú me mirarás muy serio y prometerás por Quini que estoy equivocada, repitiéndome por enésima vez que en realidad fui yo la que te enseñó a volar.

SONATA ARCTICA/ THE WIND BENEATH MY WINGS