jueves, 26 de febrero de 2009

DESORDENADA HABITACIÓN

Acabo de secar las últimas gotas que resbalan por mi espalda. Hay pocas cosas que me gusten más que el placer de una ducha de agua muy caliente. Sí, ya se que es muy malo para la piel y para la circulación, pero detesto el agua fría.
Demoro remolonamente el momento de cerrar el agua, me recreo con el contacto del calor en mi piel y pienso en que en realidad flotar en el líquido amniótico debe ser algo parecido.
En días como hoy me gustaría estar todavía dentro de mi madre, durmiendo en esa cuna de piel y sangre, nadando ligera en ese océano de vida.
Me miro en el espejo mientras me seco y puedo ver el reflejo de una mujer cansada, las profundas ojeras que enmarcan mis ojos delatan que las noches sin dormir van haciendo huella en mi rostro, que el cansancio de tantos días de incertidumbre se han apoderado de mí sin piedad.
Sin embargo hoy me veo especialmente guapa. Es curioso. La melancolía siempre me ha embellecido, la delicada palidez de mi piel, los labios más rojos, la sombra negra de mi mirada (mujer ojerosa, mujer hermosa). Hay un halo de tenue tristeza que me envuelve como una manta protectora, cálida y segura...
Hoy a las cinco tengo una cita con la vida. Siento mariposas en el estómago y al mismo tiempo estoy sorprendentemente tranquila. Pase lo que pase, sea lo que sea no me rendiré.
Si es nada, respiraré feliz y pondré todo mi empeño en recuperar las riendas de mí misma. Si es todo, o algo, lucharé como he hecho siempre.
Soy dual, soy dos. Soy tremendamente frágil y al mismo tiempo tremendamente fuerte. Caigo con facilidad pero al mismo tiempo me levanto con el mismo ímpetu y decido que hay que seguir, siempre, siempre, siempre...
Tengo miedo y esperanza. Todo, algo, nada... La mujer rubia-castaña del espejo me devuelve la mirada y me sonríe como esa vieja amiga que te conoce mejor que nadie. A ella no puedo engañarla, soy yo, triste y pálida, y ojerosa y más delgada de lo que sería aconsejable.
La primavera está cerca. Nunca un invierno se me había hecho tan largo. Llegará la primavera y las flores, y los días más largos y el mar más en calma, y pasearé por la playa con los pies descalzos. Y llegará el verano, y el bullicio y los veraneantes fastidiosos que hacen suya la ciudad que no les pertenece. Y llegará el otoño y caerán las hojas, y volverá el invierno y la lluvia.
Pero primero tienen que florecer los árboles del parque... Y tengo que recoger mi desordenada habitación.
ENRIQUE URQUIJO Y ANTONIO VEGA/ DESORDENADA HABITACIÓN


miércoles, 25 de febrero de 2009

EL PASEO DE SAN PEDRO III



Nos gustaba escaparnos juntos por el pueblo. Cada uno empujando una silla de ruedas, algunas veces en silencio, otras hablando sin parar cuando la proverbial verborrea de Ana nos lo permitía.
Durante el día cumplíamos fielmente o por lo menos lo mejor que podíamos y sabíamos nuestro cometido. Sólo algunos leves roces, algún comentario con doble sentido, alguna mirada podía delatar lo que estábamos sintiendo. No queríamos que nadie se enterase aunque ahora creo que era evidente lo que estaba ocurriendo. Sólo la triste mirada de Félix cuando nos íbamos me creaba un cierto aire de inquietud. Lo sabía, claro que lo sabía. Pero también sabía que éramos amigos y sólo eso.
La noche era nuestra... compartíamos con los demás el tiempo que creíamos prudencial para no levantar sospechas, qué ingenuos. Pero después nos las ingeniábamos para perdernos por las calles, para estar solos.
Y nuestro refugio era el Paseo. Sin apenas luces, sólo las del faro a lo lejos y las de la avenida, que llegaban a nosotras difuminadas por la altura y la niebla.El perfecto escondite para dos jóvenes cachorros que se estaban descubriendo a sí mismos mientras se descubrían mutuamente.
Subí una noche al Paseo siendo una niña y bajé siendo una mujer. O al menos así lo sentí yo. No fue fácil pues ninguno de los dos lo había hecho antes. Nos habíamos besado, chupado, lamido, tocado, acariciado hasta la extenuación. Pero nunca habíamos llegado más allá hasta que resultó inevitable. Dicen que la primera experiencia es desagradable... Yo la recuerdo como una de las más bonitas de mi vida. Tal vez me ayudó la naturalidad con que siempre he vivido el sexo, la desinhibición total que siempre me ha acompañado, la creencia de que nada está prohibido mientras las dos personas que comparten y se regalan sus cuerpos y sus instintos estén de acuerdo...
Sobre aquel césped húmedo y vivo dejé atrás definitivamente mi infancia y me acomodé en el cuerpo y la mente de la mujer que soy. Así lo sentí yo, así lo viví... y los moratones que durante unos días adornaron mis muslos se encargaban de traer de vuelta aquellas sensaciones.
Me gusta recordar, me gusta traer de vuelta las vivencias, las sensaciones, las palabras, los gestos, las sonrisas, las miradas, la magia de los instantes... Hay frases que siempre permanecen en la memoria. Aquel "me pones cardiaco" murmurado a media voz que repetía como una letanía cuando estábamos juntos se ha quedado prendido en mi imaginario personal y me acompañará toda la vida. Porque aunque alguna vez me lo han vuelto a decir, nunca sonará del mismo modo.
Y así fuimos agotando los días. Experimentando la pasión y la lujuria, conscientes de que el día que nos marchásemos ya nada sería igual, que todo se terminaría... El soñaba con ser arquitecto y yo era de letras puras. La vida ya nos había separado antes de que nosotros decidiésemos, y aunque alguna otra vez nos intentó regalar la ocasión, ya era demasiado tarde cuando se acordó de venir a buscarnos...
Lo que siempre permanecerá, será el Paseo, ese lugar del que me enamoré un día y en el que quiero, querría estar siempre...
ROGER HODGSON/LOVERS IN THE WIND


MIERCOLES DE CENIZA



Cuando era pequeña, en días como hoy nos bajaban en fila a la Capilla y un cura del Colegio de niños vecino nos dibujaba en la frente una cruz de ceniza. Siempre me ponía muy triste aquel momento, el silencio de la pequeña iglesia del Colegio, las palabras de aquel hombre que escuchaba casi siempre aburrida o que más bien no escuchaba... Eran palabras grises como la ceniza, sin duda.

Se han apagado las luces del Carnaval y parece que todo está hoy un poco más callado, más triste, más sereno... Las máscaras han dado paso a los disfraces cotidianos y al sosiego relativo del duro empeño de seguir viviendo. Viviendo, vivir... que no es poco.

A veces todo se hace un poco más difícil, más cuesta arriba. A veces, sólo a veces me hago mil preguntas que nadie sabe responder. A veces quisiera soñar eternamente y otras me doy de bruces contra la cruda realidad, contra esa cruz de ceniza invisible que siento sobre mi frente. Aunque no haya curas, ni capillas, ni uniformes azules y blancos. Se han acabado los disfraces y el brillo de las telas de colores ya no se refleja en el agua. Queda la ceniza. Y seguir viviendo y sintiendo el regalo del sol cada mañana, la sonrisa de mis dos tesoros, el amor que me rodea y que sin embargo nunca será suficiente. Nunca nada parece ser suficiente.

Viviendo, vivir... que no es poco.

ELTON JOHN/THE LAST SONG


martes, 24 de febrero de 2009

EL PASEO DE SAN PEDRO II


Días de sol y de cielo azul. Bajábamos los escalones de madera que conducían a la playa, ayudados por los vecinos. Y allí nos instalábamos esperando la hora del baño y del bocata de mediodía. Llamábamos la atención sin duda...
Psicóticos, neuróticos, espinas bífidas, parálisis cerebrales, hidrocefalias. Sé que visto desde fuera el cuadro era poco menos que aterrador. Sin embargo a nosotros ya todo nos parecía normal y sonreíamos cuando la gente del pueblo o los veraneantes nos felicitaban por ser tan solidarios y dedicar nuestro tiempo a aquellas gentes que en muchos casos nunca habían visto el mar, ni tal vez lo hubieran conocido jamás de no ser por aquella pandilla de jóvenes idealistas.
Por aquél entonces yo todavía creía que podía cambiar el mundo, que era posible... Los años me han enseñado que no es tan fácil, aunque siempre me quedará la satisfacción de haber contribuido a hacer un poco más feliz a aquella gente. Recuerdo los gritos de satisfacción de Ana la primera vez que se metió en el mar, en aquel artilugio especial para minusválidos... La cara de Diego al jugar con la arena, Teresa y sus bailes en el agua...
Recuerdo cómo esperábamos también con ansia que llegase la hora de nuestra cena, una vez que nuestros niños, que así los llamábamos porque al fin y al cabo eran eso, niños en cuerpos (muchos de ellos tarados) de adultos, estaban en la cama. Era el momento de la liberación, de la gratificante ducha y el posterior maqueo para salir, para respirar, para soltar la adrenalina y la tensión acumuladas durante el día.
Recuerdo que aquel verano empecé a fumar y que probé por primera vez los porros. Recuerdo que me mandaban a mí a pillar, en teoría porque con mi pinta de niña bien y pija redomada nadie pensaría que iba a por la ración diaria de chocolate.
Recuerdo las noches de guardia. Todos se iban y la pareja a quien le correspondía pasar la noche pendiente de las habitaciones, se quedaba en las colchonetas verdes del gimnasio que colocábamos en el hall del colegio para que la noche fuese un poco menos incómoda, con la linterna siempre dispuesta para hacer la ronda. A mí me daba miedo ir sola. Aquellos pasillos anchos del Colegio a oscuras me erizaban la piel. Así que EL siempre lo hacía por mí. Y cuando regresaba volvía a tumbarse a mi lado en la colchoneta, y hablábamos y hablábamos de mil cosas, de nuestra vida, de la vida... Eramos compis y poco a poco nos hicimos amigos.
Aquella noche me puse la camiseta azul marino de triunfar. Y los pantalones azul marino de triunfar. Y me alisé el pelo, la melena lacia al viento, la de triunfar.
Estuvimos en El Ñeru mucho rato, escuchando aquella música para drogadictos como decía V. Sin embargo, me dolía la cabeza y decidí que a pesar de que esa debía ser mi noche y me apetecía ligarme a algún veraneante, me volvía al Colegio. EL se empeñó en acompañarme.
Soy tu compi.- me dijo.
Después de saludar a los de guardia, subimos a la habitación y fuimos a lavarnos los dientes. Qué curiosa la complicidad que puedes llegar a desarrollar con una persona en pocos días. Tal vez el hecho de pasar juntos prácticamente las 24 horas lo haga posible. Un poco de agua mezclada con pasta de dientes se escurrió por el escote de aquella camiseta azul marino que me sentaba como un guante y él, entre risas, la restañó con su dedo.
Recuerdo que yo sabía que algo iba a suceder, pero no sabía cuándo, ni cómo pasaría.
Recuerdo que salimos con nuestros neceseres del baño y nos sentamos en aquél pasillo silencioso del piso de arriba. Hablamos y hablamos y de repente se lanzó sobre mi boca sin reparos. Recuerdo que introdujo sus manos por los bordes de aquel bendito body azul marino y que sonrió al comprobar que no llevaba sujetador.
Recuerdo el calor que me invadía por instantes y que yo pensaba una y otra vez que no era el momento ni el lugar para perder mi virginidad. Recuerdo que se lo dije y que él me miró con aquellos ojos verdes mientras bajaba por la línea de mi vientre y me desabrochaba los botones de los levis. Recuerdo que me bajó los pantalones y con sumo cuidado introdujo su lengua
dentro de mi Recuerdo aquella sensación que nunca había vivido .Recuerdo que dejé de recordar que estábamos en un pasillo y que de un momento a otro podían llegar los otros. Recuerdo su cabeza entre mis piernas y aquel pelo negro y ondulado que bañaba ligeramente la luz de una farola al otro lado de la calle.
Recuerdo mi orgasmo con su lengua dentro de mí, aquel temblor de los sentidos que no había vivido con tal intensidad hasta entonces. Recuerdo que después me besó y me besó y que por primera vez comprobé mi propio sabor a través de otra boca. Salado y fresco, palpitante y acre.
Recuerdo que después llegó mi turno y que en aquél instante aprendí a hacer cosas que no había hecho jamás. Recuerdo que cuando lo sentí estremecerse, le pregunté si lo había hecho bien, y que él me tomó la cara y con su media sonrisa característica me dijo: eres la hostia, Elena. Pero vamos a tener que perfeccionar esa técnica. Todavía nos quedan nueve días de prácticas.
Recuerdo que al poco rato llegaron los demás, mojados como siempre. Nosotros nos quedamos mucho rato más sentados en aquél pasillo, cogidos de la mano como un viejo matrimonio que sin embargo acaba de conocerse. Y no puedo olvidar aquella sensación de complicidad, de placer compartido, de descubrimiento, de conciencia de la propia sexualidad que me embargó en aquel momento. Como un susurro. Mientras yo sentía todo eso y miraba aquellos neceseres en el suelo, EL jugaba con mis dedos y tarareaba como un susurro...
RAMONCÍN/ COMO UN SUSURRO


EL PASEO DE SAN PEDRO I




Amor a primera vista. Cuando pisé por primera vez el Paseo de San Pedro me enamoré. Del lugar, del paisaje, de la magia y el misterio que se respira en ese lugar.
Llanes ocupa un lugar especial en mi corazón. Porque allí viví el mejor verano de mi vida. Y porque los demás veranos también han sido estupendos cada uno a su manera.
Tenía 17 años y aunque había estado muchas veces en Llanes nunca había subido al paseo...
Era la primera noche. Necesitábamos salir a desahogar el estrés de vernos rodeados de tanta miseria humana, la angustia de lo desconocido. Eramos jóvenes y sin embargo habían puesto en nuestras manos más responsabilidad de la que sin duda, podíamos afrontar.
A alguien se le ocurrió subir hasta allí antes de volver al Colegio. El alcohol y el sueño hacían más difícil subir aquellos interminables escalones... Tal vez fuese eso. El alcohol, la marihuana y el cansancio. Sólo se que a día de hoy, veinte años después recuerdo la sensación que me embargó al estar en aquel lugar iluminado por las primeras luces del amanecer. Y supe que había estado allí antes. O que quería haber estado antes. Y sobre todo, que allí quería quedarme para siempre.
Supe que es lugar donde quiero que duerma lo que quede de mí. Lo supe entonces y los hechos y aconteceres de aquel maravilloso verano me lo confirmaron.
En aquel instante sentí la vida besándome en la frente. Sentí que quedaban días brillantes por vivir, el sonido del mar, el olor a salitre y a algas...
De repente comenzó a brotar agua del suelo. Eran los aspersores que cada madrugada hacían posible que el verdor del césped no se marchitase. Como no podía ser de otro modo, yo estaba justo encima de uno. El agua me cubrió por completo, el pelo, la ropa...
Recuerdo que llevaba una camiseta blanca y que de repente sentí su mirada clavada en mis pezones, que se transparentaban a través de la delgada tela de algodón de la camiseta. Era mi compañero, el que el azar de unos papelitos blancos revueltos en una bolsa me había asignado para compartir los quince días que nos quedaban por delante. Lo había visto alguna vez por la Asamblea y sólo sabía que se llamaba Javier, aunque todos lo conocían por su apellido. Apenas habíamos cruzado unas palabras aquel día, ocupados en organizar nuestras cosas y sobre todo en organizar las cosas de Ana y Diego...
Aparté la mirada nerviosa. Entonces me cogió la mano y el resto del grupo nos imitó. Y así, en una hilera feliz y gritona, comenzamos a correr por el paseo buscando las gotas que manaban de los aspersores dispuestos a lo largo de aquella avenida verde de mar y piedra. Recibíamos cada chorro como una bendición, como un golpe de frío y humedad que ni siquiera así podía aplacar el calor de nuestros cuerpos y nuestras mentes obnubiladas por los pocos años, el alcohol y la maría.
Y se convirtió en costumbre y en rito. Cada noche, alguien se encargaba de mirar el reloj y recordarnos que era la hora de ir "a los aspersores". Y cada noche volvíamos al Colegio donde teníamos enclavado nuestro campamento, mojados y felices dispuestos a afrontar un día más. Y un día menos de aquel verano cálido, intenso e irremediablemente inolvidable...
DESIRELESS/ VOYAGE, VOYAGE





SIN PALABRAS


No puedo dormir esta noche
Todos me dicen que todo va a estar bien
Igual no puedo cerrar mis ojos
Estoy viendo un tunel al final de todas esas luces.
Dias soleados,
A donde fueron?
Tengo el presentimiento que estas
cerca
Porqué siempre llueve sobre mi?
Es porque menti cuando tenía 17?
Porqué siempre llueve sobre mi?
Incluso cuando el sol esta brillando no puedo ver el brillo.
No puedo entenderme
Estoy siendo poseido por un hombre invisible
Sigo pensando en eso cuando
tengo mi mente en otro lugar.
Dias soleados,
A donde fueron?
Tengo el presentimiento que estas cerca
Porqué siempre llueve sobre mi?
Es porque menti cuando tenía 17?
Porqué siempre llueve sobre mi?
Incluso cuando el sol esta brillando no puedo ver el brillo.
Oh, a donde van los cielos azules?
Y porqué está lloviendo tanto?
Está tan frio
No puedo dormir esta noche
Todos me dice que todo va a estar bien
Sigo sin poder cerrar mis ojos
Estoy viendo un tunel al final de todas estas luces
Dias soleados,
A donde fueron?
Tengo el presentimiento que estas cerca
Porqué siempre llueve sobre mi?
Es porque menti cuando tenía 17?
Porqué siempre llueve sobre mi?
Incluso cuando el sol esta brillando no puedo ver el brillo.
Oh, a donde van los cielos azules?
Y porqué está lloviendo tanto?
Está tan frio
Porqué siempre llueve sobre mi?
Porqué siempre llueve sobre...

TRAVIS/ WHY DOES IT ALWAYS RAIN ON ME


lunes, 2 de febrero de 2009

EL MISMO AMOR, LA MISMA LLUVIA


Tal vez sea por culpa de la lluvia que no cesa. De la humedad que cala los huesos, de ese cielo gris que parece no querer dejar paso a una pequeña brizna de claridad. Tal vez.
Lo cierto es que hoy es uno de esos días en que me refugio en mí misma y me vuelvo huraña e impenetrable.
No tengo ganas de ver a nadie, ni de hablar con nadie. Me molesta el sonido del teléfono y me da pereza tener que decir un jovial buenos días... Tengo mi agenda repleta de mil cosas que hacer, de mil asuntos que resolver, llena de vidas que de algún modo dependen de mí y me pregunto a quién podría yo acudir para que solucionase mis propios asuntos, mi propia vida. De quién depende mi vida.
No he bajado al café, he preferido tomarlo sola en mi despacho mientras escucho una y otra vez esta canción. Me gusta torturarme? No lo sé. Probablemente...
Miro por la ventana y enciendo el enésimo cigarrillo de esta triste y lluviosa mañana. Las calles están llenas de paraguas de colores y sin embargo yo los veo todos grises. Grises las aceras, los edificios, los coches, los abrigos y las bufandas... Probablemente mi corazón sea de ese color.
Curiosamente hoy voy vestida de gris. Acabo de acordarme de ese maravilloso libro-cuento de Ende, MOMO... He pasado de ser Momo a ser un hombrecito gris? Una mujercita gris para ser más exactos?
Vuelve a sonar el teléfono y les pido que digan que estoy muy ocupada y que devolveré la llamada más tarde.
Porque ahora sólo quiero seguir aquí, en silencio, oyendo esta maldita lluvia que no deja de repiquetear en los cristales, escuchando de nuevo esta canción y observando la ciudad gris en la que habito. Sintiendo palpitar el corazón gris que me habita.
ANTONY AND THE JOHNSONS/ HOPE THERE´S SOMEONE




Espero que haya alguien que cuide de mi
cuando muera,
cuando me vaya.
Espero que haya alguien que libere mi corazón,
que le guste sostenerlo cuando esté cansado.
Hay un fantasma en el horizonte...
Cuando me vaya a la cama
¿cómo podré dormir al llegar la noche?
¿cómo descansará mi cabeza?
Estoy espantado del lugar que hay
justo entre la luz y ninguna parte.
No quiero ser el elegido
allí abandonado,
allí abandonado.
Hay un hombre en el horizonte
que desea que me acueste.
Si sucumbo a sus pies esta noche,
permitirá que descanse mi cableza.
Así que hay una esperanza de que no me asfixie,
o de que quede paralizado por la luz.
Y como un regalo caído del cielo,
no quiero irmeal final del horizonte.
Espero que haya alguien que cuide de mi cuando yo muera,
cuando yo parta.
Espero que haya alguien que libere mi corazón
y que me abrace,
cuando esté cansado…