Cuando era pequeña, en días como hoy nos bajaban en fila a la Capilla y un cura del Colegio de niños vecino nos dibujaba en la frente una cruz de ceniza. Siempre me ponía muy triste aquel momento, el silencio de la pequeña iglesia del Colegio, las palabras de aquel hombre que escuchaba casi siempre aburrida o que más bien no escuchaba... Eran palabras grises como la ceniza, sin duda.
Se han apagado las luces del Carnaval y parece que todo está hoy un poco más callado, más triste, más sereno... Las máscaras han dado paso a los disfraces cotidianos y al sosiego relativo del duro empeño de seguir viviendo. Viviendo, vivir... que no es poco.
A veces todo se hace un poco más difícil, más cuesta arriba. A veces, sólo a veces me hago mil preguntas que nadie sabe responder. A veces quisiera soñar eternamente y otras me doy de bruces contra la cruda realidad, contra esa cruz de ceniza invisible que siento sobre mi frente. Aunque no haya curas, ni capillas, ni uniformes azules y blancos. Se han acabado los disfraces y el brillo de las telas de colores ya no se refleja en el agua. Queda la ceniza. Y seguir viviendo y sintiendo el regalo del sol cada mañana, la sonrisa de mis dos tesoros, el amor que me rodea y que sin embargo nunca será suficiente. Nunca nada parece ser suficiente.
Viviendo, vivir... que no es poco.
ELTON JOHN/THE LAST SONG
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