sábado, 27 de noviembre de 2010

EL ARBOL DE LA SONRISA



* Lo prometido, es deuda...

Hace mucho, mucho tiempo, le regalé a alguien un árbol madre. Escribí aquel relato con el corazón entre las manos, el alma desbocada y un sentimiento indescriptible naciéndome en el pecho.

Fueron días extraños. El cielo se deshacía en pedazos y todo mi mundo se resquebrajaba y se volvía trozos de amor y anhelo. Fueron los días en que se rompió el espejo de mi torre encantada y ví unos ojos que me empujaron a coger mi barca y luchar contra la vieja maldición.

Tengo la sensación de que han pasado mil años desde entonces.

Con el paso inexorable de las horas, he surcado los siete mares de la vida y de la muerte y he remado hacia mi destino una y otra vez. Sumergiéndome en mi propio océano de sentimientos, evitando el naufragio y encallando sin remedio en las costas negras de la desesperación.

Arranqué una a una las escamas que revestían mi traje de sirena y las guardé en una caja de nieve, para que el frío las conserve brillantes y de plata, por si algún día decido bucear de nuevo y sentir la arena del fondo del mar lamiéndome el vientre.

Recuperé la voz y mis piernas y me quedé en la orilla, acechando entre lágrimas el horizonte. Envidié a las gaviotas que pueden volar, a las anémonas y las algas. A los peces de colores que habitan las aguas calientes del Sur. Deseé con todas mis fuerzas volverme pequeña, diminuta, para poder cabalgar a lomos de un caballito de mar hacia la otra punta de mis sueños.

Enredada en mi propia red, incapaz de escapar a mi propio destino, aullé a la luna la canción de la tristeza y solo pude oir el grito desgarrado de mi propio eco.

Caminé sobre los estanques de la nostalgia y surfeé tantas y tantas olas de alegría, deseo y ternura.

Un día cualquiera de noviembre, alguien me regaló un árbol de la sonrisa. Entonces, comprendí que como yo, hay más deseos cautivos, más historias de realidades que se estancan en el arrecife de los sueños imposibles. Que todos necesitamos regalar sombras que cobijen de la tormenta. Que todos necesitamos que nos regalen sombras que provoquen una sonrisa.

Descubrí que como yo, tú también tienes miedo. Y hablas de cuatro. Y yo soy cuatro. También.

Por un instante, siento que mi vida es paralela a otras vidas. Que hay tantos futuros iguales, tantos pasados idénticos, tantos presentes gemelos como granos de arena reposan en la playa de los deseos que nunca se cumplirán...

No se por qué, me siento mejor. No se por qué, te siento tan cerca que probablemente hasta podría oirte respirar.

Y mientras acaricio el cofre donde duermen los trozos de cola de la mujer-sirena que habita dentro de mí, creo ver brillar una estrella que duerme plácidamente sobre la rama de un árbol.

FIONA APPLE/ACROSS THE UNIVERSE

jueves, 18 de noviembre de 2010

PEQUEÑA TONTERÍA DE MEDIATARDE



El teléfono lleva sonando toda la mañana, y los avisos del outlookexpres me están trayendo de cabeza. Parecemos críos. Parecemos lo que fuimos hace unos cuantos años, cuando concertar la cita de los sábados era una tarea ardua y compleja y las llamadas en cadena no solían funcionar.

No hay nada que discutir en cuanto a la ciudad. Este año toca Oviedo. Hay que organizar los taxis, las casas convertidas en pequeños hoteles para acoger a los que no tienen pensado regresar hasta la mañana del sábado, el lugar donde nos encontraremos, la hora, el restaurante que acogerá tan magno evento. Y en esos menesteres llevamos días y días, que no todos tenemos cuenta en facebook y además las cosas nuestras han sido siempre así. Imposible cambiarlas después de tantos años.

Nos conocimos en la Facultad, primero de a poco, los que íbamos juntos en el Alsa y compartíamos bostezos y rutina en el autobús. Los pasillos, la cafetería, el patio del antiguo Caserón, las clases aburridas de Constitucional y las risas en Romano, hicieron el resto. Y en menos de tres meses fuimos los doce magníficos.

El tiempo transcurrió entre apuntes, agobios, exámenes, amenazas de abandono, amagos de abandono, desesperación y alegría. Y entre tanto, se fue tejiendo entre nosotros una maraña de afectos y compañía indispensable que el transcurso de los días no ha conseguido mermar ni un solo ápice.

Juntos celebramos cada fin de carrera como si fuese propio. Y después, cada cual eligió su propio camino...

Acabo de comprarme un vestido nuevo y unos zapatos. La ocasión lo merece y yo siempre seré una chica de provincias, después de todo. Hay que estrenar cuando una tiene una reunión importante. Y la de mañana para mí lo es.

Como siempre, hablaremos del pasado. Recordaremos, otra vez y van... las partidas de cartas en el Dólar, las excursiones al Corte Inglés con el motivo más nimio, los campeonatos de chistes al mediodía de cualquier bar del centro. Nos atropellaremos para hablar y poner encima de la mesa esos trocitos de vida que compartimos.

Como siempre, hablaremos del presente, de nuestras cosas, del trabajo, de la vida. Y nos reiremos de las historietas de Juzgados y Tribunales, compartiremos los éxitos y los fracasos de todo un año, y pondremos a parir al Colegio y alguna que otra Señoría que por supuesto no será de los presentes en la Sala.

Como siempre, recordaremos al que no está, y se nos llenará el corazón de una pizca de tristeza aunque él se enfade desde ese lugar detrás del arcoiris en el que seguro que se encuentra. Y nos perdone cuando brindemos por él con su vino favorito.

Todo será como siempre. Y pienso en que bendigo los "como siempre".

Llegarán los bailes y las primeras quejas por los tacones. Y probablemente con el amanecer lleguen las primeras despedidas y las promesas de encuentro para el año que viene. Tal vez muchos de nosotros no volvamos a vernos. Otros nos encontraremos día a día por los pasillos o en estrados. Eso no importa. No hace falta que estemos juntos físicamente, ni que hablemos a menudo por teléfono. Un pequeño mail, un SMS, una llamada a media tarde son suficientes para recordarnos unos a otros que siempre seremos los doce magníficos, aunque falte una silla en nuestra mesa.

Muchos me leéis. Sabéis que se me da mejor decir lo que siento por escrito. Sabeis que a veces se me atasca el alma en la garganta y los tequieros se me quedan colgando en el cielo del paladar.

Y sí, hoy estoy ñoña perdida. Y me muero de ganas de veros, de compartir cena y noche. Y si estoy de humor y la cosa se tercia y algún DJ enrollado se digna a pinchar a Abba, puede que me quite los zapatos y baile Dancing Queen. Ya sabeis que vosotros solo teneis que cerrar el corro y arroparme. El resto ya lo hago yo...

Ah, se me olvidaba lo más importante. Os quiero. A todos y cada uno de vosotros. Porque sois mis amigos. Para que así conste en el lugar y fecha indicados en el encabezamiento de este escrito.

AMARAL/ SON MIS AMIGOS