Y Papá Noel dejó para mí, bajo el árbol, un libro.
No había oido hablar de él pero por algún inexplicable motivo, cuando lo tuve entre mis manos supe que me gustaría.
Porque es un cuento de amor para niños grandes.
Imagina la noche más fría de la historia. La nieve cae sobre la ciudad de Edimburgo. En lo alto de una colina nace el pequeño Jack, pero su corazón está dañado. Y por eso necesitará reemplazarlo por un reloj de madera, un corazón artificial del que dependerá su vida. Acompañemos a Jack en su aventura quijotesca desde las frías callejuelas escocesas hasta una radiante ciudad andaluza, en busca del amor. Pero, ¡cuidado! Jack debe seguir unas reglas para sobrevivir:
Uno: NO TOQUES LAS AGUJAS.
Dos: DOMINA TU CÓLERA.
Tres: NO TE ENAMORES NUNCA.
LA MECÁNICA DEL CORAZÓN DEPENDE DE ELLO
Todos hemos sufrido alguna vez por culpa de nuestro voluble corazón.
En un primer momento creí ser Miss Acacia, esa cantante miope y frágil, siempre haciendo equilibrios sobre unos delicados tacones de aguja. Y durante muchas páginas me sentí identificada con ella por tantas cosas...
Pero después descubrí que en realidad, yo, como Little Jack, debería haber seguido los consejos que la Doctora escribió en un pizarrín para que el pequeño huérfano no los olvidase nunca. No toques las agujas, domina tu cólera, no te enamores nunca...
Estoy aprendiendo a dominar mi cólera. Siempre es mejor el silencio. Las palabras hieren y hacen daño y una vez que se pronuncian o se escriben, ya no hay marcha atrás. Además, de qué servirían, para qué decir nada cuando los abismos crecen ante tus ojos inexorablemente.
Me enamoré sí, pero quien está libre del amor, quien es capaz de protegerse contra su magia? No te permitas jamás enamorarte...
"Mi corazón sigue acelerado, me cuesta retomar el aliento. Tengo la impresión de que el reloj se hincha y va a salir expulsado por mi garganta. ¿Qué tiene esta muchacha que me provoca estos sentimientos? ¿Está hecha de chocolate? Pero ¿qué me ocurre?"
Intento soldar el sueño a la realidad, pero trabajo sin máscara. Nuestras bocas se aproximan. El tiempo se ralentiza, en los relevos más melodiosos del mundo. Se mezclan, delicada e intensamente. Su lengua me transmite sabores y miles de impresiones, pero la mejor es que su lengua sabe a fresa.
Y también he tocado las agujas. Como Jack, me he arrancado el reloj que anidaba en mi pecho y que con su incesante tic tac acompañaba mis pasos y daba sentido a mi vida.
El reloj ya no está. Quisiera volver. Me gustaría volver, pero creo que ya es demasiado tarde...
Volver al tiempo en que amaba sin estrategias, cuando me arrojaba de cabeza sin miedo a estrellarme contra mis sueños ¡Volver! La época en la que no tenía miedo a nada, en la que podía subirme al cohete rosa del amor sin abrocharme el cinturón...
Hacía tiempo que no lloraba leyendo un libro...
Pero mientras caminaba por los pasillos del hospital con mi pequeña joya bajo el brazo, buscando desesperadamente el mechero en mi bolso y deseando encender un cigarrillo, una lágrima, una sola, se asomó tímida a mis ojos. Pesaba como si fuese de plomo...
Gracias Helena, por seguir ahí... Y por hacerme sentir que ambos estamos, aunque no estemos. Ahora entiendo que mereció la pena escribir mi relato, tan sólo por ser merecedor de tu bello comentario. Ahora entiendo que mereció la pena, aún habiendo perdido la ilusión por escribir...
ResponderEliminarY no te preocupes, no te sientas sóla: yo jamás he dejado de ser niño... Ni tampoco de tener miedo por tantas y tantas cosas. Es una de las pocas cosas que aún me permiten sentirme vivo, a pesar de todo.
Besos, Helena. Y gracias.
Javier.
Elena espero que tu decision de no escribir sea momentánea.
ResponderEliminarEcho de menos los ratos que entro a leer y me impregno de tu sensibilidad, profundidad y dulzura.
Me alegro de poer comentar ya que lo intenté y los tenias cerrados los comentarios.
Besos
Amalia F.
Va ser que tenemos gustos parecidos....
ResponderEliminarCasualidades de la vida, claro.
ResponderEliminarHe tropezado con esta entrada tuya, hoy, ahora, y me he quedado pasmado porque anoche, mientras digería con placer la lectura de este libro que me regaló María hace tres semanas, pensaba en hacerle una foto a la portada y colgarla en mi blog junto con un comentario.
A veces las coincidencias asustan. Y eso que no creo en apenas nada, ni en el miedo.
Qué más decir, cuando tú lo has descrito todo. Para mí ha sido una vuelta más al engranaje que mueve todo aquí dentro, esa máquina que rítmicamente se presenta y se esconde y que me encantaría arrancarme del pecho. Anoche también, recordaba las palabras de un psiquiatra al que fui hace unos meses y que me despachó en dos minutos: -si tienes pensamientos recurrentes u obsesivos, vuelve que te recetaré unas pastillas que lo curan -dijo. Quizás tenga que volver porque aunque lo intento no pensando en el amor, mirando a mis hijos y tratando de convencerme de que son ellos los que tienen que rellenar esa parcela de mi vida, no puedo. Siempre hay algo o alguien que de repente, sin venir a cuento, enciende de nuevo esa mecha que a su vez prende la llama que justo después empieza a quemar dulcemente. y comienzan las chispas, los recuerdos, el dolor imperceptible pero que está ahí, la melancolía, los libros, las canciones...
¿Y por qué te cuento a ti esto?
En fin, un libro precioso.
Beso de ingeniero de diseño mecánico (mi oficio...)