A Godiva nunca la quisieron…
Godiva en realidad no se llama Godiva. La bautizaron con desgana y le pusieron el nombre de su abuela por puro aburrimiento, por desidia...
Pero ella decidió llamarse así el día que leyó no recuerda dónde, la historia de esa mujer, que tuvo la valentía de cabalgar por el pueblo desnuda, sin más vestidura que sus largos cabellos…
Porque así se sentía siempre. Desnuda. Desnuda su alma, desnuda toda ella… Transparente, etérea, indefensa ante la intensidad de sus propios sentimientos. Claro que ella no era valiente, ella sólo quería que la quisiesen...
El día que cumplió quince años abandonó para siempre el hogar que no era un hogar, aquella casa llena de silencios, de reproches, de gestos huraños, aquella casa en la que desearía no haber vivido jamás.
No tenía qué añorar. Había venido al mundo por accidente y como tal se sentía, como un mero siniestro del destino, como un error imperdonable, como la nada en medio del infinito…
Y se inició en el difícil arte de la autodestrucción. Subió sin pensarlo en la montaña rusa de la vida, y jugó sin descanso a la ruleta rusa de la muerte…
Regalaba su cuerpo esperando a cambio un poco de calor y regalaba su alma en cada encuentro, con la esperanza vana de sentir, de vivir la experiencia del afecto incondicional, la sensación de una caricia gratuita, las cosquillas de un te quiero murmurado al oído…
Ahogaba la frustración en vasos de alcohol y lágrimas, y cuando eso no era suficiente, cuando ni siquiera el vodka conseguía anestesiar su dolor, recurría a la heroína para viajar a ese lugar deseado que no encontraría jamás. A ese lugar añorado que sin duda existía, pero en el que ella no tenía derecho de admisión…
Y un día tuvo la certeza de que ya no merecía la pena vivir. Descubrió que los sueños se habían inventado para otros, para otras vidas, para todos menos para ella.
Y se encerró en casa a esperar a la muerte, pero la muerte no venía.
La invocó con todas sus fuerzas, la llamó a gritos desde la ventana, la buscó entre la basura que se acumulaba en los rincones, la deseaba con el mismo anhelo con que se desea al amante imposible.
Se convirtió en su propio fantasma, en un ectoplasma de cabellos y agua que vagaba sin rumbo por los pasillos de aquella tumba hedionda que alguna vez pretendió convertir en algo parecido a un nido.
Abandonada a su propia locura, con su larga melena como único vestido, cerró la puerta tras de sí, decidida a no volver jamás...Pálida, toda huesos y piel, cicatrices en el alma y cicatrices en el cuerpo, vagó por las calles, descalza y buscando a su amiga la desesperanza.
No recuerda nada más.
........................
Cuando despertó vio a una mujer vestida de blanco, una mano extraña que por primera vez en su vida, le regaló un gesto espontáneo de cariño:
.- Has despertado, te pondrás bien.Podía haber sido mucho peor. Menos mal que el coche iba despacio... Recuerdas como te llamas?
.- Sí claro... Mariluz, como mi abuela.
Y creyó ver a una mujer como ella caminando desnuda por la ciudad, buscando la muerte, ya que la muerte no había tenido la compasión de ir a su encuentro...
Pero cerró los ojos. Y volvió a dormirse murmurando muy bajito, Mariluz, me llamo Mariluz... creo.
LEONARD COHEN/ LADY MIDNIGHT
Y creyó ver a una mujer como ella caminando desnuda por la ciudad, buscando la muerte, ya que la muerte no había tenido la compasión de ir a su encuentro...
Pero cerró los ojos. Y volvió a dormirse murmurando muy bajito, Mariluz, me llamo Mariluz... creo.
LEONARD COHEN/ LADY MIDNIGHT
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