Y se siente igual que ese pez naranja que nada en su burbuja de cristal.
Ella también es un pez. Pero no le gusta ser un pez naranja, no le gusta el sabor de esas pequeñas partículas de colores que todos los días sobrevuelan su cabeza.
Ella sueña con nadar en el mar, con moverse con las corrientes, con no temer a las frías olas ni a las tempestades, ni a las noches sin luna...
Ella sueña con viajar sobre un cascarón de nuez, con dormir en arrecifes de coral, con sentir la sal golpéandole en la cara.
Ella quisiera no haber perdido las agallas...
A veces se siente culpable por no ser feliz en su pecera deluxe, en ese habitat de mentira, en ese paisaje de piedrecitas blancas, diminutas caracolas y estrellitas, plantas de plástico que pretenden ser de verdad. Quién puede ser feliz cuando sabe que nada en una playa sin arena, en un universo frío y distante, en un mundo que no es el suyo.
A veces golpea su cabeza de criatura marina contra el cristal, como si fuese fácil dejar atrás su destino de pez de agua dulce. A veces llora lágrimas tan saladas como el mar, sólo para vivir la ilusión de que en cualquier momento una sirena pasará a su lado y se detendrá un momento para besarla en la frente.
Y por las noches, mientras duerme con los ojos abiertos, respira burbujas con aroma a alquitrán y barcos pesqueros, y en su corazón dibuja estrellas que besan la arena de la costa, y cree oir a las gaviotas buscando cama entre las nubes, y busca la luz del faro que habrá de guiarla en su extraño viaje...
Silvia es un pez de ciudad. De esos que nadan por no llorar...
ANA BELÉN/ PECES DE CIUDAD
Ya estás como pez en el agua. Espero poder visitarte más a menudo a partir de ahora. Ánimo y sigue dejando por aquí trocitos de tu alma.
ResponderEliminarBesos
Hola Prometeo.
ResponderEliminarPásate por aquí cuando quieras, claro que sí.
Gracias por la visita, por el comentario y por los ánimos. En ello estoy...
Elena