* Acabo de leer una de las entradas de Nerea en "el blog de Mika" y al ver no sólo el nombre del gatito del que habla, sino su foto, recordé esto que escribí ya hace algún tiempo.
Nerea que es además de amante de la literatura, tan defensora y amiga de los gatos, ay, espero que no se enfade mucho conmigo :)
Pobre Misi...
Encarna tenía un gato que se llamaba Misi.
O tal vez no se llamaba así, pero yo le puse Misi y por Misi le conocíamos todos.
Yo adoraba a aquél gato blanco y negro, de pelo suave y ojos azules.
Encarna era la vecina de mi abuela, y a mí me encantaba ir a su casa, porque me regalaba regalices rojos y me dejaba jugar con Misi hasta caer rendida, le ponía lazos de colores al cuello y pretendía que lo sacaba a pasear por la casa, porque Encarna no me dejaba sacarlo a la calle. Temía que se perdiese, y aseguraba a quien quisiera oirlo que no podría vivir sin él.
Una tarde bañé a Misi. Recuerdo un balde de color verde esmeralda y agua caliente que ella me preparó con cariño porque en realidad, nunca me negaba nada de lo que le pedía, aunque me advirtió que sólo un poquito...
Misi se dejó hacer, estaba acostumbrado a mis cosas y mansamente se prestaba a mis ocurrencias.
Cuando terminé de bañarlo, lo envolví en una toalla y lo froté con cuidado. Pero Misi temblaba y yo me asusté.
Llamé a Encarna, pero ví la puerta abierta y supuse que habría pasado a casa de mi abuela a preguntarle algo acerca de la chaqueta que me estaba tejiendo (ay, aquellas chaquetas de Encarna. No habrá niña en el mundo que haya tenido más chaquetas que yo...)
Entonces se me ocurrió. Lo cogí en brazos y lo metí en el horno. No soportaba verlo así, muerto de frío y tan desvalido, como triste, como enfermo...
Pensé que era la mejor solución, el horno estaba calentito, pues Encarna siempre tenía la cocina de carbón encendida, incluso hasta bien entrado el verano, decía que le hacía compañía. Creo que todavía puedo oir los aullidos del pobre gato...
Yo abría la portezuela y le decía, no llores Misi que enseguida estarás, pero la abría poquito porque el pobre como loco, quería escaparse, se revolvía y se agitaba, fuera de sí... Cuando llegó Encarna, supongo que alarmada por los lamentos del pobre gato y por el olor a pelo y piel chamuscada, fue demasiado tarde. Misi se murió a las pocas horas. Por mi culpa.
La reprimenda fue tremenda, yo era muy pequeña, no más de cuatro años, pero recuerdo aquel instante terrible, y sobre todo, que no me importaba la riña de mi abuela, ni el azote que me propinó mi madre en cuanto se enteró de la que había armado. Sólo quería que Misi no se hubiese muerto, y mucho menos por algo que yo había hecho.
Encarna me abrazaba y me decía que no, que en realidad yo sólo era una niña y que no era mala idea meter los gatos en el horno para que se secasen rápido y así no temblasen de frío. Me quería tanto que habría dicho cualquier cosa para tranquilizarme, pero yo sé que tuvo que ser horrible para ella perder a aquel animal que era en la mayoría de las ocasiones, su única compañía.
Cuentan que lloré días y días por aquel minino chiquitín y juguetón. Y creo que en el fondo, todavía, después de tantos años, no me he perdonado del todo aquella trastada que llevó al pobre Misi al Cielo de los Gatinos.
Pobre Misi...
Encarna me abrazaba y me decía que no, que en realidad yo sólo era una niña y que no era mala idea meter los gatos en el horno para que se secasen rápido y así no temblasen de frío. Me quería tanto que habría dicho cualquier cosa para tranquilizarme, pero yo sé que tuvo que ser horrible para ella perder a aquel animal que era en la mayoría de las ocasiones, su única compañía.
Cuentan que lloré días y días por aquel minino chiquitín y juguetón. Y creo que en el fondo, todavía, después de tantos años, no me he perdonado del todo aquella trastada que llevó al pobre Misi al Cielo de los Gatinos.
Pobre Misi...
23 de junio de 2009
TEJEDOR/ LA TORRE DE SUSO
Pobre Misi, se le quemaron sus siete vidas.
ResponderEliminarPero una niña de cuatro años nunca es culpable. Puede ser causante, pero siempre, inocente.
Un beso.
Perdona, Elena, que el primer impulso haya sido reirme con tu historia... No lo pude evitar. Luego, ya he sido consciente, de hasta dónde llegó el alcance de la tragedia (perdona que escribiendo esto aún continue riéndome)He tenido hasta trece gatos, y lo primero que me llamó la atención fue como consintió Misi en que lo metieras en la bañera...
ResponderEliminarSon cosas de niños y espero que lo hayas superado. Yo me guardo una historia, de cuando tenía unos ocho años, de una visita a una granja de mis tios: jugaba con un conejito hasta que se me ocurrió echarlo a una porqueriza para ver si el cerdo corría detrás de él. No quiero contarte el final de la historia.
Besos, Elena. (Llevo días que no me reía así)
Elenita eres la caña de España.
ResponderEliminarPerdona que te lo diga pero a quien se le ocurre pobre gatin.Asesina de gatos,jajaja.
Vas a ir al infierno que lo sepas.
Besos rubia perversa
Fer
Hola Perikiyo.
ResponderEliminarSí, pobrecito mío. Le eliminé las siete de golpe.
Y es cierto, tengo la atenuante de la edad y la bendita inocencia, pero aún así a veces, cuando me acuerdo, no puedo evitar sentirme mal, aún hoy...
Muchas gracias Perikiyo y un beso muy grande.
Hola Onminayas.
ResponderEliminarSi lo cierto es que si no me hubiese cargado al pobre minino, la historia es para reir, yo se que tú me entiendes, y más después de lo que me cuentas del conejín aquel y tu experimento...
Lo cierto es que aquel gato era como un perro, recuerdo que mi abuela siempre lo decía.
Tan manso, se sentaba al lado de su dueña mientras ella comía o veía la televisión, dormía a su lado... tenía alma de perro.
Y en cuanto al baño, yo no lo recuerdo muy bien, se que lo metí en aquel balde verde y que le pegué un remojón y el pobre salió asustado, sin embargo se dejaba secar con la toalla como si fuese un bebé, eso sí que lo recuerdo perfectamente, pobrín.
Me alegra haberte hecho reir, y sí, ya lo he superado, pero durante mucho tiempo tuve que aguantar que mis primos me llamasen la Matagatos y que mi familia contase mi "proeza" a quien quisiese escucharla. Y añadiesen lo de siempre: Es que esta niña es Tremenda... En fin. Bendita niñez.
Un beso muy grande.
Fer. Ahora vas y lo cascas, que te conozco.
ResponderEliminarYa he penitenciado bastante por esto y jolines, sólo tenía cuatro años.
Qué bicho eres, jaja.
Un besín grande y que sepas que de ir a algún sitio, prefiero el infierno, que seguro que es más divertido y hace más calorcín. Vamoshombreya!!!
Pobre gatito.
ResponderEliminarPero tan solo eras una niña pequeña con sus ocurrencias aunque de nefastas consecuencias.
Tambien me has despertado una sonrisa pues las travesuras de los niños llenas de inocencia y candidez son conmovedoras y esta tuya lo es.
Un beso,linda.
Yo también me he reido con tu historia Elena no lo tomes a mal pero es que sino fuese por el pobre gatito que se te murió,no deja de tener su encanto esa trastada infantil.
ResponderEliminarGracias por compartirla con nosotros y dejar patente ese lado de humanidad y sensibilidad que tienes.
Un abrazo
Amalia F.
Jajajajajajajjj.
ResponderEliminarPerdona que me ria Elenina. Esta no la sabía yo.
Vaya ocurrencia, lo tuyo es todo asi.
Y que te llamasen Matagatos pues tenían razon,jajajaj.
En serio que tú no tuviste la culpa cuando somos críos no sabemos las consecuencias de nuestros actos, mujer.
Claro que conociendote no me extraña qeu todavia te sientas mal por el pobre gatin.
Besos de aqui a Perlora.
Paqui
Vaya esto suena a confesión en toda regla.
ResponderEliminarEs una historia muy divertida y triste a la vez ya que imagino que te sentirias mal por cargarte al gato.
Pues no lo hagas poruqe travesuras siendo niños hacemos todos.Yo queme un sofa en casa de mis abuelos-para que veas que todos hacemos travesuras-
Te envio un abrazo.
Hola Carmen.
ResponderEliminarGracias por los "ánimos" y un beso muy grande.
Hola Amalia.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras y por visitar mi blog y dejar tus impresiones.
Un besazo para tí.
Paka, lo de la Matagatos fue terrible, en serio. Ya se que no tuve la culpa, pero...
ResponderEliminarBueno, más bien me aplico a mí misma la eximente de los cuatro años y esas cosas, pero sigo pensando en aquel pobre gatín al que quería tanto. Sí, yo soy así, qué le voy a hacer.
Besinos de aquí a Torrelavega (por lo menos, princesa)
Hola Julio. Quemaste un sofá?
ResponderEliminarAl final esta entrada va a oler a chamusquina, jajaja.
Un beso enorme, me alegro de verte por mi rincón.