Uno de los primeros recuerdos que guardo de mi niñez es el de una niña rubia rubísima, con el pelo casi blanco, ojos grandes y piernas largas llenas de moratones y postillas, que camina por una calle y se detiene a mirarse en un escaparate. Es verano y hace calor. Lleva unos pantalones cortos y una camisita corta de cuadros de vichy verdes y blancos. Sandalias blancas y un bolso de ganchillo verde. Unas gafas de sol hexagonales, de puro plástico, con la montura blanca y lo que deberían ser cristales, de color verde por supuesto (por aquel entonces no se sabía del peligro de los rayos UVA para los ojos ni para lap iel, ni existían las recomendaciones de la UE. Las gafas de sol para niños se vendían en los kioscos y no en las farmacias…)
El reflejo de esa niña en el escaparte me provoca una sonrisa porque no es otra cosa que el retrato fiel de muchas de las cosas que sigo siendo…
Ya no soy rubia rubísima, el tiempo se encargó de oscurecer mi pelo lo suficiente como para necesitar las mechas y gastarme un pastón en la peluquería para mantener mi característico rubio castaño. Sigo teniendo las piernas largas y casi siempre con algún vestigio de mi archiconocida tendencia a caerme y a golpearme con las esquinas…
Y sigo mirándome en los escaparates, no puedo evitarlo. Y me gustan los trapos y soy una maniática de la combinación de colores. Y me chiflan los bolsos, y, y… Y me confieso una adicta a las gafas de sol. No puedo salir sin ellas, ya sea verano o invierno… mis ojos son demasiado sensibles y la más mínima claridad o el más pequeño resol los humedecen y los llenan de resquemores…
Me gusta saber que a pesar de los años que han pasado desde entonces, sigo siendo un poco aquella enana que se contemplaba presumida en un cristal. Que a pesar del paso del tiempo la niña que una vez fui sigue dentro de mí, es parte de mí. Soy yo. Y quiero que eso no cambie nunca, no quiero cambiar nunca…
Ojalá pudiésemos seguir siendo siempre niños. Y no… no me refiero a un Síndrome de Peter Pan mal entendido. Hablo de conservar la capacidad de mirar el mundo a través del caleidoscopio de la inocencia, de desconocer el significado de palabras que no deberíamos pronunciar jamás, de la facultad de creer en la magia, en el poder de los sueños…
Ser capaces de regresar al lugar de la ternura, abrir sin miedo el baúl de los abrazos que nos hacen recuperar la fe, que nos reconcilian con la vida… Llorar hasta la extenuación, correr por un jardín de sonrisas, flotar en nubes de ilusiones y deseos.
Reírse por cosas tontas, caminar a saltitos por la calle, volar en un columpio hasta las estrellas…
Imaginar mil travesuras, ser capaces de cambiar el nombre de las cosas y encontrar ese abrigo que te quita el frío en las noches más lluviosas… Porque entonces, sin duda, todo sería mucho más sencillo…
PAU DONÉS/ VOLVER A SER UN NIÑO
Jejeje. Cuando lei lo de la tendencia a caer casi caido de la silla. Si me acuerdo del viaje que te pegaste aquel día. Y el zapato sin tacón y tú diciendo que estabas mal de la cadera, jajjajaja.
ResponderEliminarMuy guapo Elena.
Tú siempre serás una niña. ¡Guapa!
Mira que horas te escrito pero no puedo dormirrrrrrrrrrrrrrrrrrr.
Besos
Que se me olvido firmar.
ResponderEliminarSoy la Paka, jeje.
Ya lo dices en tus datos personales. Una mujer que no quiere dejar de ser niña y una niña que se convirtió en mujer.
ResponderEliminarNunca dejes de ser todo eso
S.
Delicioso y tan cierto..
ResponderEliminarConforme entramos en la edad adulta nos transformamos en seres egoistas y dejamos de un lado la inocencia y la imaginación.
¡Qué bonito y sobre todo, da para pensar mucho!
Un abrazo muy grande,linda.
Me ha gustado mucho esta entrada y también la música que la acompaña le viene "al pelo".
ResponderEliminarSiempre es grato volver a la niñez,la mía fue muy feliz y es la que intento que tengan mis hijos para que nunca la olviden como hago yo.
Muchos besos.
Amalia F.
Hola Paka.
ResponderEliminarNo es necesario que hurgues en la herida, fía, si no se me olvida lo del tacón, no. Vida más triste...
Espero que te durmieses al final. La próxima vez coges un tomo del Espasa o similar y te das repetidos golpes en la cabeza.
A mí no me falla nunca, jaja.
Mil besos guapa y gracias por venir por mi rinconín...
Hola Santi. No, nunca dejaré de ser todo eso. Espero...
ResponderEliminarSaludos.
Carmen, la vida nos transforma, los años, las experiencias...
ResponderEliminarSin embargo creo que no deberíamos renunciar a los niños que fuimos, a los que somos y probablemente siempre seremos.
Sin duda, como dice la canción y yo transcribo, todo, absolutamente todo sería mucho más sencillo.
Un abrazo.
Hola Amalia.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. En este caso fue la canción la que me "inspiró". Normalmente suele ser a la inversa, primero escribo y luego busco la canción, pero en este caso fue la música la que hizo más fácil poner la letra...
Muchos besos para tí también.
Yo antes quería ser Peter Pan... Pero ahora quiero ser como aquella niña rubísima y de piernas largas. Y seguir siéndolo durante muchos más años.
ResponderEliminar¡Ay! Que poco cuesta soñar... Gracias a ti.
Besos.
Hola Onminayas!!!!
ResponderEliminarMe alegro de volver a verte por mi pequeño rincón.
Los sueños son gratis, sí.
Nunca, nunca, dejes de soñar, ni de ser un niño...
Besos,
Elena
Ay, Onminayas. He publicado tu último comentario pero no encuentro donde, tal vez lo dejaste en otra entrada? A veces esto del blog me supera, jaja.
ResponderEliminarAsí que te contesto a tí.
Me alegra que te gusten los dos, ambos dicen mucho de mí... y gracias.
Buenas y dulces noches,
Elena
Preciosa y precisa entrada.
ResponderEliminarEn un mundo de niños no habría guerras ni hambre ni maltrato ni ninguna de las lacras que azota nuestra sociedad.
Besos desde Córdoba.
Besos para tí también y gracias.
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