sábado, 18 de julio de 2009

LA DESPEDIDA


Hace tiempo que abandonó las ganas de vivir, y sin embargo se resiste a irse. Tengo en mi despacho una foto en blanco y negro. En ella un hombre no muy alto, de nariz grande y ojos saltones lleva sobre sus hombros a una niña de apenas un año y mirada pícara que se aferra al pelo de ese hombre, como si temiese caerse. El le sujeta con firmeza las piernecitas como si quisiese decirle, no tengas miedo, no te caerás. Yo estoy aquí.
Somos mi abuelo y yo.
Mi abuelo es sportinguista, culé, socialista y felipista. Ateo y descreído de todo lo que no sea real y palpable. Y es muchas más cosas. Hombre de pocas palabras, gallego emigrado a Asturias por amor, parco en las demostraciones de afecto y parcial hasta decir basta.
Eterno enamorado de mi abuela, casi veinte años después de su muerte sigue poniéndose corbata negra los domingos y lleva en su dedo la alianza de oro que le puso una vez hace mucho tiempo como promesa de su amor. Veinte años después de su muerte aún guarda en un cajón las postales que le enviaba y que firmaba con un “siempre tuyo” y un pequeño corazón a la izquierda de la rúbrica...
Minero por obligación y criador de canarios por devoción. Tozudo y obstinado, amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos hasta las últimas consecuencias. De profundos silencios y firmes convicciones. Defensor a ultranza del vive y deja vivir y amante incondicional de su familia.
No hay momento importante de mi vida en el que él no haya estado a mi lado.
El tiempo, la tristeza y la enfermedad lo han convertido en un ser más pequeño de lo que fue siempre, y todos los mimos y los afectos que no reclamó los exige ahora con creces, aunque como siempre, se hace el remolón para que no se le note mucho que necesita desesperadamente su dosis diaria de ternura. Me gusta afeitarlo y cortarle el pelo, y darle masajes en las piernas. Sentarme a su lado en la cama y mirarlo cuando duerme, cogerle la mano y acariciarla mientras le cuento mis cosas y hablamos, mejor dicho hablo y él escucha, de fútbol o de política. O de mis cosas aquí, de mi trabajo, de mi vida…
Me gusta arroparlo y taparle los pies con su manta. He pasado muchas noches en vela a su lado, aunque nunca las suficientes como para compensar las que él pasó conmigo en brazos cuando era una enana enfermiza y llorona. Intento asimilar que se nos va de modo irremediable, que es cuestión de horas o como mucho de días. Y no puedo. Sé que es ley de vida, que tiene que llegar el momento, que va a llegar el momento. Pero ni puedo ni quiero pensarlo.
Hace un rato me he despedido de él como siempre, con un beso leve en la mejilla y un aire de despreocupación totalmente fingido mientras me comía las lágrimas.
Me ha mirado y ha ensayado una mueca de sonrisa, agotado por el esfuerzo de respirar. Y me aferro a esa imagen y la guardo bajo llave en mi corazón.
.- Hasta luego, güeli. Por la noche vuelvo…
He cerrado los ojos esperando su “hasta luego, nena”. Pero no me ha contestado. Ya no. Volví sobre mis pasos. Le he vuelto a dar un beso en la frente y le he dicho muy bajito que lo quiero. Aunque a veces sobran las palabras. El ya lo sabe.
31 de marzo de 2009
SECONDHAND SERENADE/ GOODBYE

4 comentarios:

  1. Triste y desgraciadamente cotidiano.
    Cuanta dulzura..

    S.

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  2. Hola Santi.
    Gracias por pasarte por mi blog y por dejar tus comentarios. El otro lo dejaré ahí y lo publicaré sólo si tú quieres, pero que conste que es precioso.
    Me alegro de que tú todavía tengas a tu abuelo a tu lado. Sí, el mío se murió. Al día siguiente de escribir este post. Y aún me cuesta trabajo hablar de él sin lágrimas, no hay día que no lo recuerde. No sabes cuanto daría por volver a verlo, aunque fuese un minuto...
    Disfruta mucho del tuyo, y quiérelo, quiérelo y demuéstraselo cada día.
    Un abrazo,

    Elena

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  3. Qué despedida tan triste.
    Los abuelos son un regalo de la vida.
    Disfrutemos mientas están a nuestro lado y
    mantengamos vivo su recuerdo cuando ya no esten.
    Bonita entrada y bonitas palabras Elena

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  4. Hola Carmen.
    Sí, se trata de mantener vivo su recuerdo, de creer que existe un lugar más allá del arco iris...
    Muchas gracias por tu comentario.
    Un beso,

    Elena

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