Tardes de domingo que detesto. Inexplicablemente me evocan melancolía, siempre ha sido así desde que recuerdo.
Borraría las tardes de domingo del calendario del tiempo. Me gustan las mañanas, la pereza del sueño, el desayuno pausado leyendo el periódico, la bendita rutina del vermut con los amigos. No hay prisas, no hay que salir corriendo con el tiempo justo al trabajo o el Cole, sólo vivir el momento y pensar que todavía es domingo por la mañana.
Sin embargo, justo después de comer, me agobia un sentimiento que no sabría explicar... Tristeza, nostalgia, desgana, apatía...
En pocas ocasiones puedo permitirme una tarde de domingo en el sofá. Hoy me la he regalado con la disculpa de mi reciente convalecencia.
Sola en casa, mi sofá, mi mantita de cuadros y mi mp4 cargado para la ocasión.
Pablo Milanés y Silvio, siempre Silvio.
Lágrimas de tristeza y sonrisas de esperanza. Tapo mi nariz y siento la suavidad de la lana, la enrollo en mis pies para que no se me escape si me quedo dormida (nunca he podido dormir con los pies destapados) y me dejo llevar por la música, por el silencio, por la soledad elegida, por el sol que entra por la ventana, por la tibieza de la estancia.
Escucho esta canción con un nudo en la garganta y suavemente me quedo dormida. No es un sueño profundo, oigo, veo, siento lo que pasa a mi alrededor que en realidad es nada. Me envuelvo en la manta como una momia de andar por casa, me he destapado y tengo frío, la punta de la nariz helada y los pies ateridos a pesar de los calcetines.
Y vuelvo a cerrar los ojos y pienso que mañana será lunes, afortunadamente...
PABLO MILANES Y SILVIO RODRIGUEZ/ EL BREVE ESPACIO EN QUE NO ESTÁS
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